La Internet de las cosas o IoT ha sido, tal y como hace poco apuntábamos, una de las principales derivadas de una digitalización cada vez más ubicuamente accesible. Este hecho de la digitalidad ubicua ha sido aquello que fundamentalmente con Internet ha sido posible.
La IoT se perfilaría, en cierto momento, como nuevo marco para funcionalidades más diversas de las que la red de redes posibilitaba hasta entonces. El contexto de las tareas ofimáticas y, después, teleofimáticas ha pasado, según lo que planteábamos, a dejar de ser el único o prácticamente único en el que la digitalización podía aportar mejorías.
Merece este contexto digital y telemático usarse para todo ese potencial que tiene en cuanto a producción y difusión de conocimiento, puesto que, entonces, justo aquello de la sociedad del conocimiento, cobra pleno sentido. Distintos artefactos demuestran este fenómeno que la IoT ha supuesto.
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