Nos preguntábamos en su momento si suponía, como en el caso de Ucrania, otra fractura civilizacional el conflicto palestinoisraelí. Hoy, cuando se cumple un año del inicio o, más bien, reinicio de este conflicto en Oriente Próximo, merece acometerse otra reflexión al respecto.
Si bien para considerarse técnicamente un conflicto de línea de fractura sugerimos que aquí se obedecían otros parámetros porque no se trataría de un conflicto propiamente fronterizo, el reconocimiento de Palestina por más países, entre ellos España, acerca el conflicto palestinoisraelí a los parámetros del choque entre civilizaciones. Quizá siga sin ser absolutamente calificable como conflicto civilizacional, pero sí que lo es más que el año pasado.
Con el devenir tristemente incierto de esta guerra, podremos definir mejor su naturaleza en un marco posmoderno, pero sea como fuere estaría bien plantearse por un país pretendidamente democrático como Israel qué le parecería esto al personaje bíblico de Israel del que justo la nación hebrea nace. Dudo que aquel Israel, personaje de la Biblia, aprobase cómo los actuales representantes de su pueblo hacen que se desarrollen los acontecimientos.
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