Después de la cumbre

Bien pueden afortunadamente calificarse de altas las expectativas que a toda luz ha dejado la OTAN después de la cumbre decisiva que ha celebrado en Madrid. Se abre ahora un tiempo nuevo en el que cabe dar eficaz respuesta a tales expectativas manteniendo firme el colaboracionismo que entre los líderes mundiales se ha reflejado en esta cita.

No hay duda de que ante quien hay que concretar con especial premura las altas expectativas posteriores a la cumbre es el pueblo ucraniano. Aunque la mayor duración de la guerra en comparación a la guerra relámpago que el Kremlin en un primer momento esperaba es en sí un signo de que justo a Rusia no le están saliendo sus planes como creía, hacer que este conflicto toque no a mucho más tardar a su definitivo término es lo básico a lo que Ucrania merece que la OTAN siga contribuyendo en el mayor grado posible.

Estamos, pues, tras la cumbre de la OTAN, en un punto que en ningún caso es fundamentalmente de llegada o de conclusión. Nos hallamos en un punto de inicio en el que hay que comenzar cuanto antes a obtener resultados de la unidad que el liderazgo mundial ha exhibido estos días en Madrid y así hacer que un marco pacífico y de concordia se configure en y para Ucrania y en y para el planeta.

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Liderazgo mundial

El conjunto de líderes mundiales de la OTAN que se están reuniendo en Madrid acometen, desde una perspectiva civilizacional, unos retos que son decisivos para, en general, la reconfiguración del orden internacional y, en particular, la solución al conflicto de línea de fractura que se está librando en Ucrania. Son días en los que el liderazgo mundial afronta una prueba clave.

Con un mayor colaboracionismo como debiera corresponderse a la sociedad red, que es propia de nuestra era, es como precisamente tienen que a lo menos acabar los países integrantes de la OTAN estando relacionados entre sí al término de esta cumbre. De tal forma, lo que bien puede entenderse bajo el concepto de algoritmo de la paz saldrá reforzado ante un ya de por sí obsoleto algoritmo en el que Rusia todavía se basa para emprender sus irracionales fines bélicos.

Es de esperar que de la cumbre de la OTAN en Madrid quede como legado una ejemplar lección de liderazgo mundial como mínimo. A partir de ahí, la resolución del conflicto de Ucrania quedará, seguro, cuando menos un poco más cerca de lograrse.

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Un mayor colaboracionismo

Si hemos sido capaces de desarrollar Internet, con el beneficioso potencial intercultural e intercivilizacional que conlleva, es de esperar que de un modo u otro llegaremos a sacarle partido en esa dirección. Es cuestión de tiempo, un tiempo que se acortará si procuramos superar y prevenir fracturas como la que asola hoy a Ucrania por culpa del Kremlin.

Máxime cuando, precisamente por una cuestión de tiempo, del tiempo que ya lleva funcionando de manera generalizada en prácticamente el mundo entero, Internet demuestra ser una infraestructura determinante y definitoria de la sociedad presente y venidera, resulta esperable que en algún momento su mejor potencial para un mejor diálogo y conocimiento intercultural e intercivilizacional se materialice. Valga incidir en que hay una generación completa que no ha vivido en un mundo sin Internet o lo ha hecho de una forma extremadamente breve como para mantener al respecto algún recuerdo.

La interactividad a la que Internet y muy en concreto los weblogs conducen parte del concepto red, así que la bidireccionalidad y de ahí un mayor colaboracionismo devienen inherentes en las relaciones sociales propias de nuestra era. Las fracturas civilizacionales y demás conflictos afines no suponen sino graves perjuicios que, si bien asimismo propios de nuestra era, tienen plena solución si ponemos auténtica voluntad.

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El uso telemático ejemplarizante

En la medida en que Internet, y particularmente la blogosfera, devenga el medio o canal de la empatía global se le estará dando a las todavía comúnmente denominadas nuevas tecnologías el uso telemático ejemplarizante para el que tanto están preparadas. De lo contrario, elementos infraestructurales y principios culturales, en definitiva la práctica y la teoría, de esta época seguirán en desajuste.

Internet y en particular los weblogs son recursos que si para algo hacen tan posible la comunicación de un punto a otro del planeta, con los tan diversos lugares y las tan diversas culturas que entre tales puntos puede haber, tiene que ser desde luego para acercar posiciones, fortalecer el mutuo respeto y procurar construir un mejor porvenir global. Para nada tienen que servir en un sentido conflictivo estos recursos difíciles o hasta imposibles de concebir en épocas no tan lejanas en el tiempo.

Puesto que en la red de redes y en los blogs hay cabida para cualquiera, todos debiéramos procurar hacer un uso responsable, ya sea como creadores, ya sea como intermediarios, de contenidos. Será una formidable manera de contribuir a relaciones interculturales que nos alejen de fracturas entre civilizaciones como la que tristemente ha derivado en conflicto armado en Ucrania.

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El problema de los microchips

Justo porque la globalización está presentando serias deficiencias, parece que algunas líneas de pensamiento actual empiezan a inclinarse por apuntar a deshacer la trayectoria llevada a cabo hasta ahora hacia lo global. Me parece un desacierto si con ello se busca un distanciamiento y aislamiento entre naciones y entre civilizaciones.

La globalización ha dejado desprovistos a determinados países en cuanto a suministros concretos como especialmente el energético, ante la deriva autoritarista internacional rusa. En efecto, y en este caso específico, se confirma que la globalización ha llevado a dejar esa producción en manos del proveedor equivocado; lo mismo o parecido puede extrapolarse a otros suministros y otros proveedores como ocurre en el caso de la escasez de microchips muy en particular.

Que una cuestión como el problema de los microchips que, de hecho, ya parece que se daba antes que el actual de la energía rusa sirva para volver a poner en valor las producciones nacionales que por la globalización se habían trasladado a otros lugares ahora problemáticos lo encuentro coherente y positivo. Pero que ello, en oposición completa a lo global, derive en mercados nacionales cerrados, casi o por completo a modo de férreas autarquías, y asimismo en culturas más cerradas nos hará retroceder como humanidad.

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Empatía global

Ante valores culturales tan dispares como los que para bien o para mal caracterizan en por lo menos algunos aspectos a las distintas civilizaciones, cierto es que la posibilidad de crear empatía a escala global no es fácil. De una civilización a otra sigue siendo común que los individuos se consideren mutuamente como hasta extraños.

¿Qué puede hacerse, entonces, para lograr una empatía global? Para empezar, concebir la globalización como algo más que un fenómeno económico en general y capitalista en particular. A partir de ahí, empleemos decididamente la potente tecnología que Internet supone y volquemos en ella cuanto se pueda de la propia cultura a la vez que se aproveche tal misma tecnología para profundizar en el conocimiento de las otras culturas.

Procuremos construirnos una fiabilidad como fuente comunicativa de nuestras manifestaciones culturales a través, sin ir más lejos, de un weblog realizado en condiciones. La finalidad que desde aquí persigo pretende contribuir a ello.

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Una tecnología tan disruptiva

No tiene demasiado sentido que una tecnología se desarrolle si no hay previamente una teoría, unos principios, unas ideas, en que sustentarse para precisamente su desarrollo. Siendo como es una tecnología tan disruptiva la de Internet, no podía tratarse de una excepción.

Sin embargo, puesto que el mundo se está sumiendo en un panorama de tal conflicto civilizacional como es el que la invasión de Ucrania por parte de Rusia representa, parece confuso que esta clase de lamentables fenómenos, y sus asimismo lamentables ideas y principios impulsores, se correspondan históricamente con la eclosión y el desarrollo de tan beneficiosa infraestructura en sí como es la red de redes. Algo no se está gestionando, desde luego, demasiado bien en la configuración de las relaciones internacionales y en el diálogo intercultural.

De unas relaciones internacionales y un diálogo intercultural deficientes deriva una globalización irremediablemente deficiente; y en ese punto es donde nos hallamos. O la globalización se reconduce por cauces de mayor paz, concordia y empatía o nos alejaremos de consolidar una globalidad y una posmodernidad mundialmente viables y beneficiosas.

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Teoría y práctica

Debiera, de entrada, darse lo contrario de lo que con Internet parece ocurrir: más bien, los principios culturales y civilizacionales tendrían que ir por delante del desarrollo y despliegue infraestructural. Así se desprende de aquello a lo que remitiría la equivalencia con teoría y práctica respectivamente.

En verdad, considerando Internet en su máxima completa cronología, bien se podría establecer que, en efecto, la teoría ha ido por delante de la práctica. Hoy las circunstancias del atroz choque civilizacional que de Ucrania se desprende hacen por lo menos sospechar que ese esquema básico se ha alterado y que la teoría, en este caso los principios culturales y civilizacionales, no van acordes a las prácticas de paz, concordia y empatía con las que tendrían que corresponderse.

Habrá que impulsar tanto como sea posible una pronta resolución del conflicto civilizacional del que por culpa de Rusia está siendo Ucrania el centro y promover a partir de ahí que paz, concordia y empatía constituyan los auténticos principios teóricos que vertebren a nivel global el uso práctico de Internet en particular y las relaciones con el prójimo en general. Entonces, las fracturas civilizacionales irán representando seguro un mal cada vez menor.

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Internet como herramienta civilizacional

Por su inherente traspaso de fronteras como infraestructura comunicacional, parece obvio el uso de Internet como herramienta civilizacional y que, por ello, el conjunto de civilizaciones debieran estar a estas alturas de la globalización más unidas, que no más diluidas en una sola civilización predominante. Sin embargo, la fractura que Rusia ha hecho ahondar en Ucrania nos lleva a lo contrario.

Un mejor uso de Internet como herramienta cultural podrá derivar en uno asimismo mejor como herramienta civilizacional. Las cuestiones infraestructurales a menudo entrañan y desarrollan un mayor y mejor despliegue de lo que tardan en hacerlo los principios propiamente culturales y civilizacionales, por lo que nos encontramos con que, aun disponiendo de un recurso como Internet que tan prometedor es para establecer y mejorar lazos y vínculos entre civilizaciones, no estamos logrando el mundo en concordia que cabría esperar.

Mientras no reconduzcamos la globalización tras el fallido intento de aglutinar el primer y el antiguo segundo mundo, estará la globalidad más lejana de tomar forma y que, entonces, las civilizaciones puedan convivir propiamente en paz y concordia. Se trata de una tarea que debe hacernos valorar más la interactividad bidireccional y, por lo tanto, relaciones de mayor respeto y tolerancia.

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Internet como herramienta cultural

Si queremos hacer que la globalización llegue a buen puerto, que sería la globalidad, hay que contemplarla más allá de la perspectiva económica en general y la capitalista en particular. Una globalización sin tener en cuenta lo cultural en particular y civilizacional en general nos lleva a crudos fenómenos como los conflictos de línea de fractura.

Puesto que, aprovechando las capacidades de la infraestructura que Internet supone, estaremos en mejores condiciones para el diálogo intercultural, dirijamos el uso de esta tecnología a justo sacarle el máximo partido como herramienta para la cultura. Emplear Internet como herramienta cultural no sólo profesionalmente sino en el uso para el ocio nos hará partícipes del conocimiento respecto a las manifestaciones culturales de las distintas civilizaciones.

Una vez nos conozcamos más y mejor culturalmente, seguro que entre las civilizaciones habrá menos conflictos de línea de fractura. Asimismo, las bases para unas también más y mejores relaciones económicas intercivilizacionales podrán prosperar con una facilidad mayor.

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A estas alturas de la globalización

La aglutinación de Occidente y el conjunto del marco civilizacional de base cultural ortodoxa, especialmente Rusia, en lo que se suponía que era el primer mundo vino a ser lo que bien podría entenderse como un paso inicial hacia precisamente ese fin último que debía ser la disolución de diferencias entre primer, segundo y tercer mundo. En concreto, se diluían las diferencias entre el primero y segundo.

El ideal de los casos debiera haber conducido a que a estas alturas de la globalización la concordia entre el primer y antiguo segundo mundo se hubiese afianzado y nos estuviésemos dedicando de lleno a seguir limando diferencias pero ahora con el tercer mundo y que, así, pudiésemos vislumbrar una configuración del panorama mundial en que los países pobres estuviesen auténticamente cerca de compartir los estándares de bienestar primermundistas. Con el giro neoimperialista que Rusia ha dado en el plano internacional pretendiendo invadir Ucrania, todo ello queda afectado desastrosamente.

Una inconsciencia tal en el proceder del Kremlin no hace sino dañar la consecución de un mundo que podría estar muy cerca de que etiquetas como primer, segundo o tercer mundo quedasen desfasadas en pro de un bienestar global prácticamente consolidado. Por el momento, en cambio, hay que pararse a resolver las consecuencias que la demencia de la oligarquía rusa acarrea a Ucrania y al mundo entero.

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El acceso global a Internet

El mundo civilizacional configurado a partir de la globalidad resultante de una mejor globalización sentaría las bases para que las relaciones y esencias civilizacionales subsiguientes puedan continuar estando basadas en la concordia. Cabe, por lo tanto, que la globalización se aplique y practique propiamente para dejar atrás cuanto antes terribles realidades como la guerra que en Ucrania ha provocado Rusia.

La infraestructura para que, por lo menos en buena parte, la globalización se desarrolle de la mejor manera posible la tenemos ya y no es otra que la propia Internet, hoy en una etapa en la que puede calificarse de IoT o Internet de las cosas. Que el acceso global a Internet devenga ampliamente generalizado en todo el mundo es fundamental para que en la globalización sean partícipes plenas el conjunto de civilizaciones y no sólo en esencia las, ahora en conflicto, supuestamente constituyentes de lo que se entiende por primer mundo.

Por el mismo principio colaboracionista que nos debiera llevar a erradicar lo perjudicial que es que una civilización pretenda diluir a otra, hay que aspirar a que justo las diferencias entre primer, segundo y tercer mundo sí se diluyan. Estar verdadera y globalmente interconectados como la red de redes nos facilita sería un paso decisivo en esa dirección.

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Cómo enfocar la globalización

Una globalización que apunte a la unicidad cultural, sea por parte de la civilización que sea, está abocada a ser fuente de rechazo por las demás civilizaciones. Se trate de Occidente o de cualquier otro marco civilizacional, si la voluntad es diluir los otros marcos, el perjuicio para el pretendido marco unificador y para el resto será notorio.

Así pues, para plantearnos cómo enfocar la globalización y, en consecuencia, la globalidad, tenemos que decididamente apostar por la interactividad bidireccional en las relaciones intercivilizacionales, lo cual, muy lejos de la actual deriva autoritarista rusa respecto a Ucrania y al resto del mundo, se traduce en la protección y defensa de la diversidad cultural, unas relaciones políticas basadas en la diplomacia y el impulso de la sociedad red o, en particular fuera de la civilización occidental, algún modelo equivalente. La unidireccionalidad entre prójimos es propia de etapas de la historia a las que hay que dar por finalizadas.

La oportunidad que tenemos tras la globalización es la de una posmodernidad en la que toda civilización rechace cualquier intención de imponerse a las demás, tanto cultural, como social, política y económicamente. Siendo, así, capaces de respetarnos más y mejor entre nosotros mismos como prójimos, también seremos capaces de respetar más y mejor, como tanta falta hace, al resto de seres vivos y los ecosistemas.

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El colaboracionismo intercivilizacional

Las civilizaciones que establezcan relaciones colaboracionistas podrán con más facilidad fortalecerse mutua y recíprocamente, por lo que bajo esa circunstancia temer que una diluyese a la otra no tendría el mínimo sentido. Tales relaciones significan la puesta en práctica de una bidireccionalidad interactiva.

Entre Occidente y Rusia parecía haberse establecido, al caer la URSS, esa interactividad bidireccional intercivilizacional a partir de la que, de haberse efectivamente materializado, ni siquiera habría cabido imaginar que una invasión de Ucrania como la que Rusia ha decidido emprender se produjese. El Kremlin, sin embargo, ha optado por acabar trasladando al plano internacional sus ya típicas y perversas prácticas autoritaristas en los asuntos internos rusos.

Tras la Guerra Fría, la aparente configuración de un primer mundo en el que Rusia quedaba incluida invitaba a pensar que, en efecto, entre este país y Occidente el colaboracionismo intercivilizacional tenía opciones de prosperar. Al haber demostrado el Kremlin y la oligarquía que lo dirige una completa falta de empatía con su propia ciudadanía y con el resto del mundo, la interactividad bidireccional que tan beneficiosa habría sido para ese primer mundo queda lejos de ser una realidad.

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Generar mayor empatía

La bidireccionalidad como concepto tiene que empezar a valorarse mucho más en serio para la puesta en práctica de unas relaciones internacionales que, de lo contrario, se vuelven unidireccionales. Con la unidireccionalidad interactiva en el plano internacional, afloran peligrosísimas actitudes autoritaristas de dirigentes políticos que aspiran a erigirse en razonantes únicos.

Del camino hacia una sociedad red, resulta una mayor asunción de una interactividad bidireccional en los procederes a cualquier nivel y ello redunda en generar mayor empatía en y entre sociedades, culturas y civilizaciones. La incidencia de ello en el plano económico mostrará, muy probablemente, mejores relaciones comerciales y financieras asimismo en y entre sociedades, culturas y civilizaciones, por lo que pasar de la globalización a la globalidad supondrá una auténtica mejoría para el conjunto del mundo.

Así pues, para que alcancemos la globalidad tal y como ésta tiene que ser, esto es bidireccionalmente interactiva, cabe que justo la interactividad bidireccional devenga lo habitual mientras estemos aún en la etapa de globalización. Una buena muestra en esa dirección sería que Rusia ponga fin inmediato a su locura de guerra en Ucrania y retome la diplomacia en el panorama internacional.

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Criptocrash

El mundo ha tenido que encontrarse sumido en el desarrollo y las consecuencias de una guerra de línea de fractura, la de Rusia para tratar de invadir Ucrania, cuando se produce un brusco altibajo en el mercado de las criptomonedas. Un fenómeno, éste del denominado criptocrash, que se alinea con otros a su vez rompedores a nivel global como la brecha digital inversa o la propia brecha digital.

Precisamente el criptocrash merece que lo abordemos en cierta referencia al conflicto de línea de fractura tan inconscientemente desatado por el Kremlin por, no tanto la similitud como fenómenos eminentemente rompedores, que también, sino el añadido del criptocrash como un contundente motivo más para que Rusia desista de su, ya de por sí, injustificable guerra. El criptocrash denota las dimensiones globales que pueden alcanzar estos fenómenos y muchos otros parecidos y a los que hay que hacerse a la idea porque son, o debieran ser, los propios de la posmodernidad; así que centrémonos en resolver esta clase de problemas globales y dejemos a un lado anacrónicas motivaciones como las de Moscú que deriven en mayores fracturas civilizacionales.

Representa una verdadera lástima, mayor de la que en sí misma es, una guerra entre dos civilizaciones cuando lo que tiene que afrontar el mundo son problemas globales y, por ende, tiene que encontrar soluciones también globales. Esto conlleva que en todo, problemas y soluciones, deben tender a implicarse colaborativamente el conjunto de civilizaciones y no que una o unas cuantas se comporten voluntaria o forzosamente de forma unilateral y casi o por completo aislada.

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El período de globalización

Mientras no pueda afirmarse que la globalidad ha cobrado forma plena, debe considerarse que el período de globalización está aún desarrollándose. Y por globalización ha debido muy probablemente terminar concibiendo Rusia una amenaza para su civilización hasta el punto de emprender la terrible guerra contra una Ucrania que en absoluto merece sufrir tal calamidad bélica.

Si la globalización se entiende como una homogeneización social, cultural y económica mundial a favor del modelo de Occidente, es fácil que por poco paranoica que esté la mentalidad de alguien de otra civilización se perciba tal amenaza como debe de haber creído percibir esa Rusia que, por otra parte, tras la caída de la URSS abrazó el capitalismo en la medida, según parece, que eso beneficiaba a su oligarquía. La globalización es, o tiene que ser, otra cosa: un estadio intermedio que dé paso a una completa etapa histórica de pacífica convivencia intercivilizacional.

Descartar o revertir la globalización sólo lleva a condenar a las civilizaciones del mundo a aislarse unas de otras, generando más odio, desconfianza y, por ello, más fracturas como la que la guerra de Ucrania refleja. La duración de esta guerra es señal de retraso para que una globalidad en la que las civilizaciones cohabiten en plena paz se consolide.

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Globalidad e interculturalidad

Es en el marco de la globalidad donde la interculturalidad resultante de nuevos vínculos entre civilizaciones tendrá mayores opciones de prosperar a partir de una necesaria bidireccionalidad que evite autoritaristas conductas unidireccionales como la de Rusia respecto a Ucrania. Las relaciones internacionales podrán entonces encauzarse a través de una sólida convivencia pacífica.

La conjunción de globalidad e interculturalidad que, de hecho, una infraestructura como la red de redes tanto nos facilita llevar a cabo es clave para que la diversidad cultural que en y entre las civilizaciones hay derive en fuente de enriquecimiento cultural. Sería un enriquecimiento mutuo y recíproco de tal modo que reflejaría una efectiva bidireccionalidad entre esos grandes puntos nodales que las civilizaciones debieran representar en la posmodernidad.

Con una globalidad e interculturalidad bien combinadas, tendremos muchas más opciones para poner solución a los conflictos de línea de fractura. Ante la colosal tarea que sobre esto deberá afrontar Rusia si aspira a ser un país mínimamente respetuoso y respetable, tiene motivos más que suficientes para poner fin ya a su guerra contra Ucrania y a partir de ahí redefinirse política y socialmente.

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Nuevos vínculos culturales entre civilizaciones

La globalidad como forma en la que debiera cristalizar la era posmoderna y que tecnológicamente se traduciría en una Internet que verdaderamente llegase a todo el mundo dará lugar a nuevos vínculos culturales entre civilizaciones que favorecerían la concordia entre éstas. Se daría una interactividad bidireccional que, igual que la propia tecnología, traspasaría fronteras.

Ya no hacen falta grandes rutas físicas para establecer contacto entre culturas y civilizaciones. Al disponer de la blogosfera y, en general, de Internet, establecer contacto desde una perspectiva interactiva bidireccional sería un impulso a la convivencia pacífica conservando rasgos culturales pasados que representen un positivo bagaje para los tiempos presentes y venideros.

Así como la tecnología telemática nos ha familiarizado tanto con los vínculos, en particular hipervínculos, traslademos esto a la conveniencia de familiarizarnos con esos nuevos vínculos culturales entre civilizaciones que facilitarán lograr un mundo mejor. Un mundo más bidireccional que unidireccional.

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La era global de la información

Tienen que concebirse las relaciones sociales más bidireccionales que unidireccionales a nivel global porque siendo sólo un fenómeno de Occidente no va a desplegar todo su potencial para lograr la concordia entre civilizaciones del conjunto del planeta. La era de la información, pues, debe aspirar a la era global de la información para no quedarse como una realidad exclusiva de la civilización occidental.

La parte infraestructural que da respuesta a tal concepción bidireccional de las comunicaciones la tenemos precisamente con la tecnología telemática. Hace falta que desde cada civilización se tome conciencia de que aquello que esta infraestructura implica es la posibilidad de interconectarnos para compartir precisamente cultura y conocimiento a nivel global, generando así mejores relaciones sociales y económicas entre civilizaciones.

Entender, como parece entender Rusia respecto a Ucrania, que las relaciones con los demás han de basarse en una interactividad unidireccional a partir de erigirse uno mismo, en este caso Rusia, como emisor razonante único no conduce sino a la guerra y la devastación. La posmodernidad está llamada a devenir un contexto histórico que en absoluto se asemeja a esa unidireccionalidad inhumana.

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Hacia una sociedad red

Resulta un grave problema no avanzar hacia una sociedad red porque el marco civilizacional del que se trate se queda entonces, en el mejor de los casos, en un estadio de la historia equivalente a la Edad Moderna. Tal y como demuestra Rusia en su salvaje invasión de Ucrania, ese problema denota anclarse en el pasado.

De todo cambio histórico, aun por más profundo que éste sea, algo del pasado permanece aunque sea sólo por algún tiempo, pero precisamente como seres inteligentes que los humanos se supone que somos tendríamos que ser lo suficientemente capaces de hacer permanecer lo bueno de cada etapa anterior a una nueva etapa de nuestra propia historia. Claro que lo bueno es subjetivo y por lo tanto sujeto a variación de una civilización a otra, pero desde luego llevar a cabo una guerra como la que Rusia ha desatado contra Ucrania queda fuera de toda justificación salvo para dentro de las delirantes mentes de los actuales dirigentes rusos.

Avancemos el conjunto de civilizaciones del mundo hacia esa sociedad red o modelo equivalente dentro de cada marco civilizacional y así conservaremos lo mejor de lo que convenga conservar de cada pasado civilizacional. Lo que hay que valorar, en este sentido, es ir implementando sociedades más bidireccionalmente interactivas entre sus propios integrantes y con cualquier otra sociedad existente.

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Tecnología telemática que traspasa fronteras

Lograr unas civilizaciones interconectadas al modo de grandes puntos nodales de una red eminentemente cultural, además de social y económica, haría que cada civilización, desde su respectiva sociedad red o marco social similar, fuese más respetuosa con las demás. La plena generalización global del uso de Internet resultaría la traducción infraestructural de esa interconexión civilizacional.

Si bien antiguamente para que las civilizaciones entrasen en contacto hacían falta largos trayectos que, por otra parte, motivaron que se desarrollasen los medios de transporte, ahora disponemos de una tecnología telemática que traspasa fronteras y nos permite estar en contacto permanente desde cualquier punto del planeta hasta otro punto cualquiera del mundo. Estamos en un instante de la historia con, sin duda, un potencial extraordinario para el conocimiento mutuo entre culturas y la pacífica convivencia entre las mismas.

Las guerras pueden, y deben, minimizarse como nunca antes: tan sólo hace falta vehicular más las relaciones intercivilizacionales desde una interactividad más bidireccional que unidireccional. Cabe que a ese potencial para la paz le saquemos el mayor partido posible.

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Bidireccionalidad sobre la unidireccionalidad

Desarrollándose una sociedad red a nivel global, y en este sentido deviniendo grandes nodos las civilizaciones, que a su vez se interconectarían culturalmente entre sí, una paz planetaria sería más factible y sólida. Asimismo, primaría la bidireccionalidad sobre la unidireccionalidad.

La interactividad bidireccional no es patrimonio de Occidente aunque esta civilización parezca estar impulsándola especialmente como pionera en términos de sociedad red y era de la información. Tampoco la unidireccional es únicamente propia de otras civilizaciones, pues en Occidente también ha primado en muchos y tristes episodios de su historia.

Combinemos la bidireccionalidad interactiva comunicacional y civilizacional para que la unidireccionalidad sea sólo propia de, en el ámbito precisamente comunicacional, nuestra comunicación con los dispositivos y no con nuestros semejantes. La posmodernidad podrá, así, ser una etapa histórica de auténtica convivencia pacífica.

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La órbita rusa

Entre las naciones de la órbita rusa tradicional, está claro que Ucrania ha sobresalido por su afinidad, o incluso naturaleza, occidental. Por ello, lamentablemente, ha tenido que pagar el injusto precio de esta abominable invasión perpetrada bajo las órdenes de Putin.

De ahí el sentido de que Ucrania represente una línea de fractura clarísima entre la civilización occidental y la de base cultural ortodoxa: se trata de un país que tiende a identificarse más con la UE y la OTAN que con una Rusia neoimperialista con reminiscencias de la URSS. El Kremlin pretende desde el descarado y sangriento autoritarismo que, tanto en asuntos internos como ahora también en los internacionales, practica obligar a que Ucrania acepte seguir perteneciendo a una órbita política, cultural y social que ésta rechaza.

Los países aún afines a Rusia no hacen sino dar soporte a un régimen que, más allá de si es o no es occidental, sencillamente resulta salvaje e inhumano. Rusia en estos momentos merece que su órbita tradicional deje de existir tanto como el mismo régimen oligárquico que rige en Moscú.

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Inadaptación crónica a la sociedad red

El paso de comunismo a capitalismo no tuvo que ser algo sólo deseable de llevar a cabo por la oligarquía rusa, por supuesto; también la propia sociedad rusa, y soviética en general, de entonces debía de desearlo. Una vez más, explicarlo todo respecto a un país por lo que su clase dirigente específica representa, no sirve.

Ya de por sí, adaptar el capitalismo a las exrepúblicas soviéticas supuso otro capítulo completamente distinto en la historia de esas naciones; pero de la sola, si bien importante, dimensión económica a tocar el propio marco civilizacional, en este caso el de base cultural ortodoxa, hay una distancia que dirigentes y buena parte de la sociedad no asumen por lo menos fácilmente. El extremo, sin embargo, al que se ha llegado por parte del Kremlin tratando de invadir Ucrania representa saltarse deliberadamente cualquier principio de mínima humanidad.

Si Rusia quiere encerrarse en su inadaptación crónica a la sociedad red es una auténtica pena porque seguro que buena parte de su sociedad desea en verdad asimilarse al auténtico primer mundo, sin por ello tener por qué renunciar a sus valores civilizacionales. Ahora bien, querer arrastrar además a Ucrania es intolerable se mire como se mire.

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Primermundista sí, occidental no

Con todo el rechazo que en Rusia subyace hacia Occidente, el que fue indudable país principal de la URSS quiso beneficiarse, y se benefició, perversamente de las bondades que suelen emanar del bienestar que el capitalismo occidental consigue. Por ello existe esa tiránica oligarquía rusa.

Tras la URSS, queda claro que Rusia asumió que su antiguo sistema comunista, el constituyente en definitiva del segundo mundo, fallaba por todos los lados y que no quedaba otra que abrazar el capitalismo, que por lo menos según parecía seguía funcionando bastante bien como mínimo. Entre eso, pasando en efecto a pertenecer al primer mundo, o devenir parte del tercer mundo, la mejor elección, al menos para quienes acabaron siendo oligarcas, era evidente.

Lo que ahora demuestra Rusia es que su idea auténtica, no necesariamente mala en principio, era la de devenir primermundista sí, occidental no, y así mantener sus valores civilizacionales. El problema es que, invadiendo Ucrania y mostrándose amenazante ante todo Occidente, Rusia manifiesta que enfoca esa idea como un fuerte rechazo a lo occidental hasta tales niveles de injustificado odio que no ha hecho sino provocar un drama a escala planetaria.

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¿Un salto civilizacional inasumible?

Mientras las relaciones internacionales, ya se trate de las que se dan entre Rusia y Occidente, ya se trate de otras, no vayan mayoritariamente hacia la bidireccionalidad y no la unidireccionalidad, el mundo seguirá estando en riesgo de gravísimos conflictos como los de Ucrania. De hecho, particularmente el riesgo apuntaría a precisamente mantenerse en conflictos de línea de fractura.

El desarrollo de la bidireccionalidad interactiva en Occidente como consecuencia del a su vez desarrollo de la sociedad red parecía estar asimilándose, no sin evidentes casos en sentido opuesto, en el resto del mundo, incluida Rusia. Por el profundo cambio que civilizacionalmente puede considerarse que, incluso para el propio Occidente, ello implica, a Rusia le debe haber supuesto ¿un salto civilizacional inasumible? Sí, eso parece por lo menos para la oligarquía.

De ahí la guerra contra Ucrania como reacción derivada de la negación rusa a dar ese salto que, equivocadamente, Rusia seguramente teme dar creyendo que así perdería sus rasgos civilizacionales propios en favor de una completa asimilación a la civilización occidental. Esto explicaría en cierta medida la insistencia rusa en la supuesta desnazificación, justo para evitar que lo peor de Occidente, el nazismo, penetrase en Rusia.

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El norte planetario

Si alguna vez puede volver a concebirse el norte planetario en su totalidad, o casi totalidad, como primer mundo, será señal de que Rusia ha abandonado la deriva neoimperialista que en la actualidad la lleva a haber iniciado su guerra contra Ucrania. Cabe esperar que esa realidad no quede tan lejana.

La civilización occidental y la de base cultural ortodoxa habrán llegado entonces a una firme concordia que debiera ser la propia de unos marcos culturales bastante similares en definitiva. Por supuesto, las relaciones económicas que ahora la propia Rusia está obligando a minar se reanudarían y podrían vertebrar realmente la sociedad red y la era de la información en una tan amplia zona del globo como la primermundista.

Aquellas zonas del resto del mundo que siguiesen aspirando, como bien legítimo es, a alcanzar niveles de bienestar como son los característicos del primer mundo, podrían retomar como referentes los países de ese norte planetario que ahora, sin embargo, están ofreciendo el peor de los ejemplos posibles por culpa de lo que el inhumano régimen ruso ha provocado. El mundo civilizacional mostraría, de tal guisa, una sólida perspectiva de convivencia global pacífica.

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Vivir en el mundo civilizacional

Aquello que vale para Rusia y entender su marco civilizacional y su delirante decisión de invadir Ucrania vale para, en sus debidos y correspondientes términos, analizar cualquier civilización de las que configuran el panorama mundial actual. Y se trata de un ejercicio interesante de hacer, tanto para conocer al otro como para el autoconocimiento.

Conviniendo como conviene hacernos a la idea de mundo civilizacional como lo que define nuestro tiempo, se presenta como más que pertinente enfocar el conocimiento de los fenómenos sociales presentes no sólo desde la textualidad, o análisis específico y concreto, sino desde la contextualidad, o por lo tanto análisis profundo y amplio. Así, vivir en el mundo civilizacional nos resultará mucho más llevadero.

El resultado de que las civilizaciones se estudien a sí mismas y, a su vez, entre sí tiene que ir conduciendo a ese avance más o menos conjunto hacia lo que particularmente en Occidente cobra forma como sociedad red y era de la información. Las demás civilizaciones no tienen por qué ajustarse exactamente al mismo fenómeno, pero sí conviene que busquen su propio equivalente.

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La contextualidad rusa

Los dirigentes de un país denotan la esencia del mismo, si bien hasta cierto punto. No todo lo que las naciones representan puede explicarse por el solo análisis de quienes están al frente de sus instituciones al más alto nivel; y Rusia no es una excepción.

Fijarnos en Putin, y por extensión la clase oligárquica rusa, para tratar de entender por qué Rusia opta por invadir Ucrania y desaprovecha el extraordinario potencial que tendría la nación rusa para la sociedad red y la era de la información representa fijarnos en lo que, en términos de texto y de contexto, serían precisamente los elementos textuales. Esto es: los elementos concretos y específicos de este estadio de la historia en el que Rusia se halla.

Justo la perspectiva civilizacional encaja bastante bien con un mayor análisis de lo contextual. De ella harás bien en valerte para comprender la contextualidad rusa no sólo de este estadio específico de su historia; también la del bagaje social y cultural ruso desde un pasado que no por remoto dejaría de condicionar la idiosincrasia rusa de hoy.

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