Civilizacionalmente, Grecia por descontado es históricamente clave para Occidente. Por ello, aunque la circunstancia de su monarquía se encuentre en las antípodas de la de otra como la británica, muy aceptada y consolidada y a la que por eso hicimos referencia en su momento, merece ponerse cierta atención al país de cuyo último rey, Constantino, tiene lugar hoy el funeral.
Asociada inevitablemente al politeísmo clásico, Grecia se halla en la actualidad, sin embargo, religiosamente encuadrable en la órbita confesional del cristianismo ortodoxo, igual de hecho que Rusia y Ucrania. En este sentido, valga precisamente tanto Grecia como Ucrania de ejemplos clarificadores de cómo, si bien la religión puede ser un importante condicionante de la identidad civilizacional, no siempre resulta el determinante definitivo.
Siendo, pues, naciones clasificables como religiosamente ortodoxas, Rusia, Ucrania y Grecia se diferencian, en concreto Rusia respecto a las otras dos, en que precisamente Ucrania y Grecia pertenecen civilizacionalmente a Occidente. Esto, añadido a la condición fronteriza de Rusia y Ucrania, explica que la invasión rusa de Ucrania sea un conflicto de línea de fractura y, cuando menos, casi un pleno choque de civilizaciones.
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