Si lo civilizacional es el futuro, ¿por qué puede sorprender que retrotraiga al pasado? Probablemente la Edad Moderna en su conjunto, y el mundo de la Guerra Fría como su colofón, haya terminado implicando especialmente para la civilización occidental una fijación tal en lo futuro como para ahora parecer extraño tener que afrontar complejas situaciones de reminiscencias pretéritas, como es la invasión rusa del territorio ucraniano.
La reconfiguración del orden mundial tras la Guerra Fría se produce, en efecto, en el marco de un mundo civilizacional y, si algo va a suplantar un período histórico como la Guerra Fría fue, ha de tratarse de algo a lo que se le presuma una trascendencia similar; por ello tiene que tratarse de lo que condiciona aquello que desde entonces y por lo menos hasta ahora entendamos por futuro. A su vez, lo civilizacional y sus conflictos característicos albergan, en cambio, mucho de tiempos pasados.
La inmediatez a la que precisamente la informática en general y lo telemático en particular nos han habituado dificulta, quizá, asimilar fácilmente que el mundo tras la Guerra Fría no aparece de repente y sin más, ni que recupera e incluso exacerba aspectos pasados capaces de llevar hasta una guerra como la que Rusia ha emprendido contra Ucrania. En la tecnología informática y telemática, y recursos como la blogosfera, yace, pese a todo, el potencial infraestructural para hacer que lo mejor de la posmodernidad cristalice.
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