La densidad de un formato comunicacional viene a guardar relación con el nivel de interactividad que entre emisor y receptor se establece en la transmisión e interpretación del mensaje. Esto aplica tanto a lo digital como a lo analógico.
Si, en el acto de comunicación, el formato del mensaje implica poca necesidad de interpretación o decodificación por parte del receptor, como pueda ser el caso de imágenes reales o realistas o de ciertos sonidos, puede considerarse que la densidad es baja, al margen de la laboriosidad que en sí el mensaje tenga. En cambio, en casos como pueda ser el de la escritura y la oratoria, donde a la interpretación o decodificación la condiciona un necesario conocimiento muy específico a ejercer por parte del receptor, la densidad sería alta, aun si no lo es la laboriosidad en la elaboración del mensaje.
Aunque pueda parecerlo, el tema de las densidades no tendría por qué entroncar necesariamente con el grado de atención, ya que, por mucho que no necesite un gran esfuerzo determinada imagen o cierto sonido para reconocerse e interpretarse, sí puede que se necesite para apreciar los matices de tal imagen o sonido. Más bien, la mayor o menor densidad comunicacional se correspondería respectivamente con la mayor o menor virtualidad simbólica.
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