Internet, y con ella la blogosfera, tiene su origen en Occidente y se encuentra ampliamente extendida por toda el área territorial de esta civilización. Máxime al no consistir en el típico producto patentado tradicional, tanto Internet como la blogosfera pueden, y deben, desarrollarse en cualquier lugar del planeta para que, se usen en mayor o menor medida, exista la opción de elegir utilizarlas.
Nada extraño es que haya sido en el marco de una civilización como Occidente, que destaca por su culto a la razón, al progreso y, de ahí, a la tecnología, donde haya acontecido el surgimiento de la impresionante infraestructura tecnológica que Internet representa. Como consecuencia la blogosfera ha sido fruto del mismo marco civilizacional, pero entonces ¿es la blogosfera para todas las civilizaciones? Y por extensión, ¿lo es Internet? Potencialmente lo son; ahora bien, cabe plantearnos las mismas preguntas intentando interpretar las respectivas perspectivas desde el correspondiente marco de cada una de las restantes civilizaciones, pues aquéllas en las que se mantienen según qué estrictos valores jerárquicos y religiosos pueden tender a resistirse ante tal clase de tecnología disruptiva.
La resistencia que ante Internet y la blogosfera es, en efecto, apreciable especialmente en por lo menos determinados amplios enclaves de otras grandes civilizaciones como las de tradición ortodoxa, sínica o árabe no tienes que esperar encontrarla necesariamente en forma de rechazo absoluto. Sí, en cambio, es más probable que la identifiques como, de todos modos lamentablemente, un acceso restringido, vigilado y censurador.
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