En la deriva que se intuye respecto al actual transcurso de la historia, va a ser fundamental sin lugar a duda la resolución de la no poco conocida brecha digital, pero a su vez va a serlo también la de su más poco conocida o, en verdad, reconocida situación opuesta. Brecha digital y su opuesta están, de hecho, conviviendo y no vienen a suponer sino un doble sentido típico de épocas cambiantes.
La brecha digital implica la imposibilidad o, por lo menos, dificultad de desarrollarnos en sociedad si no dominamos aunque sólo sea mínimamente las tecnologías digitales, entendiendo que son en especial telemáticas, de la información y se trata de una circunstancia que afectaría a quienes particularmente pertenecen a las generaciones de mayor edad, mientras que implicaría una clara ventaja para las más jóvenes. Aquello que, junto a la resolución de tal situación, debemos acometer igualmente es la resolución de la que podríamos identificar como la brecha digital inversa por ser justo la opuesta.
Como brecha digital inversa sería definible la circunstancia derivada de una actitud por parte de, por lo común, las generaciones de mayor edad y que consiste en relativizar mucho o incluso minusvalorar precisamente la importancia de las tecnologías digitales de la información porque, lo que hasta cierto punto sería hasta comprensible, no las han requerido a lo largo de su vida. Esto, sin embargo, lamentablemente redunda asimismo en relativizar mucho, minusvalorar y hasta obstaculizar las oportunidades de las generaciones jóvenes, que son casi o por completo nativas digitales.
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