La mayor variedad de autorías que pueden emprender estrategias para la fidelización de públicos es precisamente debida a que gran parte de quienes en la era pretelemática podían sólo ser público pueden ahora ser autores. Estamos ante un esquema diferente de la comunicación social.
No sólo ocurre que la dimensión de la comunicación es hoy global partiendo de hasta lo más individual, sino que en términos de emisor y receptor como roles del acto comunicativo van dejando éstos de identificarse en exclusiva con la clásica distinción entre actores y espectadores. He aquí, pues, cómo estamos experimentando una profunda redefinición social de lo que bien nos resulta posible calificar como última etapa de la Edad Moderna.
En el transcurso hacia lo posmoderno con toda la potencial complejidad que conlleva en lo que concierne a evidente diferenciación de emisores y receptores, la tradicional línea divisoria entre actores y espectadores, cuando menos, se diluye. Un fenómeno tal en comunicación social, ámbito que suele ser antesala de los amplios cambios contextuales, no puede sino como mínimo hacer intuir que, en efecto, la historia está en pleno cambio de ciclo.
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