De las experiencias inmersivas, la realidad aumentada sería una que particularmente debiera desprender quizá más curiosidad de la que hasta ahora puede parecer que ha suscitado, pues en definitiva consiste en una tecnología a medio camino entre la típica experiencia de pantalla y la inmersividad como tal. Tecnológicamente, pues, resulta una hibridación interesante.
Si bien las técnicas por las que se crea, desde la 2D, una ilusión de 3D no son nuevas en absoluto, pues una simple imagen realista ya viene a crear más o menos esto, la realidad aumentada conlleva, por su condición informática, unas capacidades interactivas mucho más potentes. Por ese carácter a caballo entre pantalla e inmersividad, podría incluso ser mejor que tanto a nivel de software como de hardware se implementen, en esta línea, mayores usos de la realidad aumentada, antes que pretender hacerlo directamente con otras experiencias inmersivas como la propia realidad virtual o la realidad mixta.
En el caso de una preferencia, a nivel de consumo, por equilibrar experiencia de pantalla e inmersiva, prácticamente sin duda la realidad aumentada será el producto por el que merece la pena apostar en lo que respecta a comercializar experiencias virtuales. Bien podría, además, tal tendencia no dejar de allanar el camino para también crear interés en el público por las otras experiencias de nueva virtualidad.
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