Se tendría que contar con un conveniente nanosoftware que fuese el que, en su caso, hubiese posibilidad de que se utilizase para lentillas de experiencias inmersivas. Asimismo, y muy especialmente en este caso, se tendría que contar con las convenientes garantías de seguridad.
En las gafas más convencionales de experiencias inmersivas, al fin y al cabo, no deja de haber, por ínfima que sea, una distancia entre el ojo y la superficie en la que se reproducen los contenidos; hasta cierto punto, bien pudiera incluso no dejar de considerarse experiencia de pantalla. Si se pudiera utilizar lentillas, el contacto con el ojo es pleno y directo, por lo que la seguridad para el usuario ha de ser extrema si, por lo tanto, va además a tratarse de unas lentillas, de algún modo, electrónicas.
La nanotecnología de inmersividad aplicada a eventuales lentillas electrónicas que incorporen un determinado nanosoftware con el que reproducir realidad virtual o mixta tiene que estar muy testada antes de cualquier potencial uso humano, máxime si se aspira a la comercialización al gran público. Las propias lentillas en sí, por cierto, y aun con su natural blandura, tendrían que considerarse entonces una especie de nanohardware.
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