Sin taller artístico

Lo que tradicionalmente ha sido un original parece que tiene tendencia a perder su sentido ante la generalización de la adaptación, muy en concreto, de las artes plásticas a la informática, no sólo en cuanto a las vías de difundirse las obras artísticas sino a las propias maneras en que tales obras se crean. Un artista plástico, con los dispositivos informáticos actuales, no crea una pieza física que por eso mismo es única e irrepetible, sino que genera un fichero informático del cual se pueden hacer tantas copias exactas como se desee y al instante: y todas esas copias son al mismo tiempo lo que sería, desde la perspectiva de lo físico, el original.

Con la transformación que la informática produce al ser aplicada al conjunto de las artes plásticas, el original de una obra desaparece: no deja de haber una obra propia, personal y a la cual se le deban proteger los correspondientes derechos de autoría, pero ya no es palpable, por tanto tangible según se entienda la diferencia entre tangible e intangible. En base a nuestra perspectiva, lo sustancial del cambio radica en que la obra de un autor plástico, si bien no deja de ser un elemento sensorial, ya no se concreta en un original en tanto que pieza física, sólida, palpable. Aunque el archivo informático en cuestión que constituya una obra artística sea imprimible, tal acción de imprimir ya constituye hacer una copia, así como al propio archivo informático en sí lo podemos copiar cuantas veces consideremos oportuno, si bien todo archivo informático copiado de la misma obra es válido por igual al primer archivo elaborado. Sin propiamente piezas artísticas físicas de origen, con toda probabilidad acabe del todo transformado el clásico taller de un artista plástico: un taller repleto de obras palpables, unas quizá habiendo tenido ya éxito, otras a medio hacer y otras acabadas pero aún esperando a ser conocidas por parte del gran público; esto dejará paso a un taller, si lo hay, vacío o casi. De hecho, haciendo las obras plásticas en exclusiva mediante tecnología digital, cualquier artista tiene opción de desarrollar su carrera hasta sin taller artístico: tan sólo precisa su tableta, su lápiz digital y, mediante conexión a Internet, su acceso al servicio de almacenaje remoto que use y a la blogosfera o cualquier ubicación telemática que le permita la difusión de lo que de su alma salga.

De ir pasando las obras plásticas a hacerse del todo por medios digitales, las clásicas subastas de piezas originales físicas y únicas irán dejando de producirse en lo que a nuevas obras de tal clase de arte se refiere. Lo único que quizá si eres artista te haga plantearte el continuar haciendo piezas palpables de origen, además de eventuales motivos nostálgicos, sea precisamente la capacidad de poner tal pieza, por ser única y física, a la venta, en particular hacia un público de alto nivel económico; pero ya que de un modo u otro tu obra, si quieres que sea conocida, va a tener que acabar difundiéndose por medios digitales, incluso la referida clase de venta puede que acabe perdiendo interés ante ese mismo público, que tendrá opción, al igual que el común de los individuos, de contemplar por Internet tu pieza en todo momento, bajarse el archivo gráfico correspondiente y, si se desea, imprimirlo.

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