Una máquina que delinea

Parece en ocasiones que si bien con el avance tecnológico es planteable el dilema en cuanto a si las relaciones humanas se enfrían o en cambio devienen más próximas, también es aplicable una duda similar en cuanto a los propios aparatos que se van desarrollando. ¿Son estos aparatos cada vez más humanos o permanecerán siempre siendo simples piezas inertes que, juntas y con un determinado funcionamiento, sólo llegarán en todo caso a tener cierta similitud aparente respecto a las personas?

Hemos determinado que la frontera entre lo hecho a mano y lo hecho a máquina, entendiendo en concreto lo que se refiere a escribir y a dibujar o a pintar, está en el delineado. Pero entonces ¿qué pasa cuando delinea una máquina? El utensilio en cuestión es también asido y sigue el debido movimiento marcado, de modo que hace lo mismo que al ser manejado por una mano humana, así que, y al margen de que la máquina lo haga además con más precisión y más rapidez, ¿cómo debiéramos calificar esto, máxime cuando el resultado, si se oculta cómo se ha hecho, no es distinguible si ha sido obra de un humano o de un robot? Ante todo, conviene remarcar que las denominaciones hecho a mano y hecho a máquina pueden seguir valiendo siempre que nos estemos refiriendo a que la autoría directa de la obra en su forma resultante final corresponda a un humano que haya empleado de principio a fin, o por lo menos en la mayor parte del proceso, su mano, o sus manos, a tal efecto y, en el debido caso, con el manejo del instrumental requerido: será hecho a mano si el instrumental, de haberlo, se adapta a la mano o a las manos, mientras que será hecho a máquina si empleamos un teclado, con lo cual son las manos las que se adaptan. Cuando estamos ante un procedimiento en el que lo resultante, aun no siendo distinguible si es obra humana u obra mecánica, haya sido de autoría directa mecánica, como en el caso de una máquina que delinea, nos parece que resulta coherente, evidente e inevitable, denominarlo hecho a máquina, pero no por ello entrando en conflicto con la diferencia entre hecho a mano y hecho a máquina que ya hemos mencionado, y que se circunscribe a lo que haya sido resultado de la aplicación directa de una mano, o de ambas manos, de alguien en los términos a los que nos hemos referido. Sencillamente sucede que lo hecho a máquina puede ser fruto de dos procedimientos diferentes, uno en el que hay mayor implicación humana de principio a fin y otro en el que no.

La aplicación de las máquinas a lo artístico no es nada nuevo del todo. Ya la imprenta supuso una relevante aplicación de lo mecánico a lo que hasta entonces era artesanal por completo. Al apreciar que a fechas actuales es factible hacer lo mismo en todo lo relacionado a lo gráfico y hasta, mediante impresión 3D y 4D, en lo relacionado con objetos de prácticamente cualquier combinación de dimensiones físicas, estás contemplando una adaptación amplia de lo que ya ha sido común por lo menos desde la imprenta más tradicional.

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