Un formalismo comunicacional estricto emana de una voluntad perfeccionista que no se sostiene sino como mucho en el históricamente muy corto plazo porque tarde o temprano la comunicación evoluciona, se precisan conceptos nuevos con los que dar sentido a nociones físicas y abstractas de manera que el formalismo tiene que, sobre todo en lo conceptual, ser abierto. Y que lo conceptual tenga que ser formalmente abierto deriva de que, por lo anterior, lo contextual también lo es.
Por más que a los conceptos con los que entendemos nuestra existencia pretendamos darles forma perfecta, estricta y permanente, esto en dimensiones históricas no queda en otro sitio que no sea la mera voluntad, en por lo menos cierta manera algo inocente aunque quizá bienintencionada, de quienes sean contemporáneos del contexto en cuestión, pues tal contexto terminará, aunque sea al cabo de varias generaciones, dando lugar a otro ciclo histórico, y los conceptos, por lo tanto las nociones físicas y abstractas, deberán entonces como mínimo repasarse en buena medida. Lo último en lo que sí es bien cierto que un formalismo comunicacional, particularmente en lo alfanumérico, se resistirá y debe, de hecho, resistirse a cambiar es en lo morfosintáctico y lo sintáctico, no o no tanto en lo conceptual ni contextual.
Ten la certeza de que la historia está en un punto en el que acontecen evidentes nuevas nociones físicas y abstractas con las que cobra forma otro capítulo en el devenir de la humanidad. Las físicas naturalmente se presentan como las más evidentes y sólo cabe para identificarlas que te fijes en la propia tecnología informática en general y telemática en particular, incluida por descontado la blogosfera; las abstractas pasan por valores posmodernos.
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