Invierno en Ucrania

Hoy se cumplen justo 10 meses desde que empezara la cruel e injustificable invasión rusa de Ucrania. Aunque el hecho de que coincida con la Nochebuena puede representar un apunte puramente de curiosidad bajo la intención de fijarse en aspectos religiosos y de calendario, bien merece esta fecha cobrar en esta ocasión, al margen de creencias y cronologías, su máximo sentido de empatía con el prójimo, y en concreto con el pueblo ucraniano.

Pese a la voluntad del Kremlin de hacer de este invierno en Ucrania un arma de guerra al haber atacado a tales efectos infraestructuras básicas del país, especialmente esperanzados tenemos que sentirnos, y desear que se sientan en la medida de lo posible los ucranianos, tras no dejar de confirmarse una y otra vez que, afortunadamente, a Rusia no le salen sus planes como pretendía. Algo que quedó particularmente evidenciado de nuevo con la liberación de Jersón.

A estas alturas, debiera haber por parte de la propia Rusia el mayor interés por ponerle fin a este conflicto entre civilizaciones y asumiendo que los crueles planes de Moscú quedan en fracaso; de hecho, aun con cualquier mínimo logro al que pretenda aferrarse, suficiente tarea va a representarle precisamente a Rusia recomponerse por esta locura bélica que tan malvadamente ha provocado. Perpetuar esta confrontación sólo hace agravar el ya de por sí sinsentido de este choque civilizacional de facto.

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