Qatargate

En un momento en el que el contexto internacional requiere, por parte de Occidente en especial, una firme determinación para combatir prácticas e iniciativas malévolas, resulta preocupante y triste que se hayan estado produciendo graves conductas de corrupción en el mismísimo Parlamento Europeo con lo que ha venido a denominarse Qatargate. Por descontado, lejos queda este escándalo de lo que debiera asociarse a los nobles valores deportivos.

La reconfiguración del orden mundial que estamos experimentando puede conllevar un serio obstáculo para Occidente si sus instituciones no se esmeran por ser ejemplares y ejemplarizantes para la propia civilización occidental y, en la medida de lo posible, para las demás. Ya suponiendo por costumbre unos entes a menudo alejados de la ciudadanía corriente, no pueden permitir que los integren personajes que malversen o realicen otras acciones condenables y totalmente impropias de los cargos de responsabilidad que ocupan.

Unas instituciones supranacionales como las europeas y que deben contribuir a que el mundo global en el que vivimos y convivimos sea un espacio de entendimiento y reciprocidad entre civilizaciones tienen que caracterizarse a toda costa por procederes lícitos, éticos y transparentes. De lo contrario, no harán sino agravar las fracturas en y entre las civilizaciones.

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