Tuve el honor de conocer en persona a Francisco Ibáñez, en la 20ª edición del Salón del Cómic de Barcelona: fue uno de los tantos autores a los que les pedí que me firmaran la copia del cartel del evento. Aunque el encuentro fue brevísimo, apenas para intercambiar unas palabras, no haber conocido a este autor habría supuesto una eterna cuenta pendiente profunda en mi vida.
El maestro de maestros Ibáñez, fallecido ayer, fue de los que alzaron el cómic en general y el humorístico en particular a cotas de excelencia que personalmente he soñado y sigo soñando con llegar a alcanzar algún día en mi modesta práctica del cómic. Desde siempre, su obra y la de otros grandes referentes de la historieta me han hecho valorar la relación entre cómic y multimedia en el sentido de que, en el marco de lo analógico, el cómic creo que sería calificable como el lenguaje más multimedia realizable con menor número de recursos materiales.
Va a resultar extremadamente difícil hacerse a la idea de que la permanente e incansable actividad de Ibáñez creando nuevas aventuras de Mortadelo y Filemón haya concluido. A título de homenaje personal por tantos ratos divertidos que, con estos y otros personajes, el genial dibujante nos ha ofrecido a tanta gente y a lo largo de tanto tiempo, valgan las publicaciones de hoy en mis blogs.
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