Si a nivel infraestructural, el desarrollo que Arpanet, el que Internet y el que IoT definen reflejan la expansión del ciberespacio para transmisión de datos y para comunicación social, aquello que a nivel de ideas y valores culturales se ha producido paralelamente es ese paso de la modernidad a la posmodernidad. Por lo menos, en Occidente.
Desde el momento en que Internet, a diferencia de Arpanet, no sólo supone un hecho estadounidense ni occidental, sino que trasciende tales ámbitos para ser una infraestructura de dimensiones globales, es de presuponer que el paso de lo moderno a lo posmoderno, o fenómeno equivalente, sea identificable en las demás civilizaciones. Puede que, en este sentido, otras civilizaciones avancen culturalmente con particularidades más o menos distintas a las de Occidente, ni mejores ni peores, pero sea como fuere no parece descabellado, en términos de mentalidad occidental, intuir que de algún modo irán posmodernizándose civilizaciones a lo largo de los próximos tiempos.
Tendría que conllevar tal contexto calificable de posmodernización global una oportunidad para tender puentes entre civilizaciones a base de diálogo intercultural. Especialmente, debiera acontecer esto para mitigar y llegar a evitar los que precisamente están llamados a ser conflictos característicos de la nueva era: los de línea de fractura.
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