En lo que tradicionalmente se ha considerado el público, o los públicos, van a transformarse con toda probabilidad los niveles de exigencia muy particularmente en la creatividad por la que se tenga que pagar. Jugar a adivinar si algo ha sido hecho por intervención humana o por plena automatización puede resultar un interesante divertimento al ir siendo lo automatizado más capaz de crear lo que haría un humano, pero sobre todo cuando hay dinero de por medio, conocer con certeza la clase de autoría será esencial para a lo menos una parte importante de personas.
Puesto que la línea va siendo más difusa entre agentes emisores y público, plantearnos si la indistinguibilidad creativa es indiferente en particular respecto al público, o los públicos, implica a su vez plantearlo en relación a tales agentes emisores, incluyendo los exclusivamente emisores en plan intermediarios y los que en su caso sean específicamente creativos. Debido a su vez a la pertinente concienciación que debiéramos adoptar en general respecto a que la imparable automatización de cada vez más ámbitos creativos conlleva que asumamos nuevos retos para crear en tanto que humanos, tendremos seguramente tendencia los propios humanos a, siendo en efecto conscientes de tales retos que debemos asumir para crear, la exigencia cuando nos posicionemos como público de conocer si la obra creativa que apreciemos responde asimismo o no a esos retos, siendo por tanto o no respectivamente de origen mínimamente humano: ahí yace el factor empático que en los próximos tiempos va a poder seguir conectando emisor y receptor humanos en el acto comunicativo en general y creativo en particular. La honestidad y la fiabilidad en la firma y, por extensión, en los créditos que en una obra hayan cobrarán muy probablemente más carácter valioso para en potencia un mayor número de integrantes de cualquier público, pese a que siempre pueda haber quien, seguramente desde su posición de limitarse a ser únicamente o casi únicamente público, considere que lo importante es la obra en sí y que si eso le produce el debido efecto positivo es suficiente. La plena indiferencia ante si la autoría de una obra es humana o robótica resultará bastante extraño que sea predominante entre un público cuyos integrantes, sea tal público de la clase que sea, asuman su condición también de emisores y los retos que ello comporta.
Teniendo en cuenta que la indistinguibilidad va a seguir progresando y que humanos y robots van a poder adoptar en la igualdad de condiciones que proporciona el ciberespacio, y por tanto la blogosfera, una alternancia de la condición de emisor y público, si bien los humanos deben incidir en lo cualitativo y contextual y los robots no hacen sino destacar en lo cuantitativo y textual, apreciarás que la firma y los créditos puede que en cualquier obra se revaloricen muy positivamente al ser identificables con alguien humano. Una obra indistinguible sin firmar, o en cambio, firmada e incluso con largos créditos pero con exclusivo vínculo a un proceso automatizado, pondrán como mínimo en duda el desarrollo de un cierto grado de empatía para una parte sustancial del público humano; en el primer caso, en especial hasta que la autoría humana o robótica se aclare.
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