De manera proporcionalmente inversa tendría que considerarse la tensión respecto a la relajación en lo que a evitar imprecisiones formales o esenciales concierne. Si la relajación en exceso puede ser contraproducente, esto es en definitiva lo mismo que establecer que la total ausencia de tensión, o si se prefiere presión por aquello de funcionar bajo presión, resulta poco recomendable.
Lo que elaboremos bajo cierta tensión puede pese a todo acabar dándonos un buen resultado y en esto, extrapolándolo en demasía, consiste bastante, si no por completo, la actitud que al fin y al cabo subyace en quien para bloguear o expresarse de cualquier otro modo confía en la simple improvisación y falta de regularidad, no provocando sino que así la imprecisión debida a tensión prolifere. Una adecuada tensión, o presión, es lo que conviene que cubra el resto que la relajación deje dentro del conjunto de la sensación que nos tiene que acompañar en el proceso de preparación, elaboración y revisión de lo que vayamos a comunicar. En cualquier caso, si bien relajación y tensión son indispensables en sus justas medidas según cada cual, nos conviene que sea siempre la relajación la que sobre la tensión predomine.
Someter la tensión a la relajación es algo que tienes que llegar a dominar hasta tal punto que puedas proceder así incluso bajo contextos poco favorables a que justo adquieras el suficiente estado relajado por encima de la mínima tensión recomendable. En situaciones de hostilidad muy extrema en cuanto a que puedas relajarte lo suficiente, puede convenirte valorar una pausa, más que una resistencia, mientras tal pausa no afecte al cumplimiento de rutina de publicación.
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