Inevitablemente, ya por el mismo hecho de recurrir a un código comunicacional u otro y por el de pretender transmitir un mensaje inteligible, se está condicionando a cierta repetitividad el aspecto formal de lo que se exprese, pues todo código, por serlo, y todo mensaje inteligible, también por serlo, constan de un determinado y delimitado conjunto de elementos necesariamente recurrentes. A partir de ahí, lograr un estilo propio pasa por la habilidad genuina de emplear el código.
Si nos tomamos muy en exceso la necesidad de variedad comunicacional, no haremos sino en el plano formal ofuscarnos por la tan definitoria como necesaria condición recurrente de los elementos de ese mismo plano. En lo que a recurrencia formal concierne, cabe entender que los elementos recurrentes formales emanan de códigos de por sí establecidos a la vez que delimitados, ya sea por tradición, ya sea por propia naturaleza. Un código delimitado eminentemente por tradición es el alfanumérico, en cualquier idioma; uno delimitado eminentemente por naturaleza es el visual realista, sea graficoplástico, sea audiovisual, por ser los mismos elementos naturales los componentes del código, y en este sentido también el código sonoro asimismo realista.
La recurrencia y no la repetitividad es la medida por la que cabe que entiendas la de por sí constante reaparición de los mismos elementos formales al expresarte en el código que sea; de lo contrario, sin recurrencia y por ende sin una cierta repetición, no habría código. Es dominando el, en cierto modo, limitado código como lo conseguirás aplicar de tal modo que construyas mensajes que, en su esencia, sí denoten la variedad con la que captar la atención de a quien te dirijas.
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