La preservación informacional no remota

Aun con todo lo ventajoso, beneficioso e inevitable que lo digital es, dejar a ultranza de guardar en formato físico puede equipararse a, si no del todo, en buena medida un extremismo a la altura de lo que el sustitutivismo prorrobótico puede suponer. Rechazar de pleno la preservación informacional no remota deriva en un muy triste prescindir de una forma de conservación que, pese a deber y convenir emplearla menos, desempeña una funcionalidad esencial.

La nube nos permite depositar la confianza en la fiabilidad de unos servidores en los que nuestros contenidos de blogs y de demás sitios cibernáuticos quedan almacenados y accesibles remotamente con óptimas medidas de ciberseguridad. De todos modos, y en virtud de lo recomendable que ya desde los mismos inicios de la popularización de la informática se generalizó, conservar una copia de seguridad en local sigue siendo de lo más apropiado. Puede tratarse de una copia de seguridad asimismo digital pero, en la medida de lo factible, y en lo referente a lo imprimible en particular, hacernos alguna copia además en formato propiamente físico a efectos de simple preservación es muy bueno tenerlo por costumbre.

Que aunque sea poco a poco vayamos asimilando el hábito de conservar en digital telemático, no debe esto llevarnos tampoco al otro extremo de rehusar imprimir o, por extensión, guardar cualquier pieza comunicativa en soporte físico y local. Lo importante es que la producción de todo lo físico y local quede ajustada al suficiente nivel coherente como para no dañar el medio ambiente por agotar los recursos naturales.

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