Dentro de la conveniencia de que la globalización se oriente a una vertiente más social, educacional y cultural, no es que tengan que quedar apartadas las vertientes política y económica. Éstas últimas tienen, a su vez, que resituarse y evolucionar.
Si bien, mientras parece haber predominado la globalización política y económica, parece asimismo que ha quedado, en términos precisamente globales, bastante arrinconada la que tendría que haber sido una globalización social, educacional y cultural, hacer ahora justo lo inverso arrinconando lo político y económico sería desaconsejable por completo. Cabe, de hecho, reformular las formas de liderazgo posmodernas para unos próximos tiempos en que, particularmente la política, en concreto la internacional, revalorice la vía diplomática.
En caso de descuidar esto que acabamos de exponer, los conflictos como los de línea de fractura, a la cabeza de los cuales está hoy el de Ucrania, arrojarán pocas esperanzas en cuanto a disiparse. Una era posmoderna, en la que ya a todos los efectos nos encontramos, va a requerir liderazgos posmodernos y, por ello, de enfoque completamente nuevo.
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