Es especialmente importante resaltar que a una ideología digna la defina que mire hacia el porvenir porque que se ancle en un pasado supuesta y extremadamente modélico del que no hay que desmarcarse evoca el aquí aludido concepto de perfección. Y si algo es propio de la perfección es que conlleva la ausencia de sentido para continuar.
Con ese concepto de perfección, se construyen muy en particular ideologías tales como los neoimperialismos, ultrapatriotismos y fundamentalismos; de ahí que estos marcos ideológicos no conciban que la gente pueda salirse de los principios a los que pretenden someterla, porque se dan por principios perfectos. Que, luego, esa perfección derive en un clasismo y autoritarismo institucionalizados resulta, bajo esa perspectiva, un hecho justificable por la garantía de aquella misma perfección.
Se otorga al pasado un grado tal de perfección que conlleva la ausencia de sentido para continuar, por parte de quien sea, introduciendo cambio alguno en el marco ideológico en cuestión, lo cual deriva en un eterno presente, reflejo permanente de ese pasado desde el que se parte. Pero esa falsa perfección, con la que se quiere justificar que no se continúe avanzando social e ideológicamente, es la que a su vez se provoca a sí misma tal deterioro que no acaba quedando opción sino de retomar la senda del progreso.
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