En la diplomacia está la forma específica de bidireccionalidad interactiva por la que en el plano de la política internacional habría que resolverse cualquier diferencia. Que Rusia haya optado por alejarse de esta vía, respecto a la que de hecho no había estado nunca demasiado cerca por lo menos en el marco de la oligarquía actual, perjudica seriamente la conveniente globalización.
Puesto que estamos en un mundo civilizacional y que las civilizaciones podrían concebirse como puntos nodales bajo la perspectiva de la sociedad red y de la era de la información, es hacia la diplomacia entre nodos civilizacionales hacia donde cabría dirigir los enfoques respecto a la resolución de conflictos internacionales, que además pueden ser, en la misma línea, intercivilizacionales. Ésta sería la que hemos apuntado como la diplomacia que hay que reclamar.
La deriva por la que Rusia ha decidido emprender su política internacional viene a ser una extensión del autoritarismo que ya internamente ha practicado a partir de su oligarquía. Tal oligarquía ha pretendido dar el salto a un régimen neoimperialista que, por fortuna, no está siendo capaz de imponerse.
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