Aun cuando Internet era inexistente o algo rudimentaria en comparación a la de hoy, parece que el concepto tradicional de biblioteca iba dando paso decididamente al de una clase de archivo necesariamente menos restringido todavía a sólo libros. Se trata de un fenómeno digno de abordarse en profundidad.
Cualquier biblioteca actual, aun llamándose así, está bastante claro que no es, o no debería ser, exclusivamente de libros o como mucho de libros y otras publicaciones impresas. La etapa cumbre de las industrias culturales y los medios de masas, justo antes del primer desarrollo de Internet y por lo menos en buena medida durante una parte de éste, catapultó hasta tal punto otros formatos comunicacionales distintos al texto que, desde entonces, la producción, la difusión, la conservación y el consumo de información y conocimiento no se conciben si no es desde por lo menos un cierto grado multiformato de oferta de contenidos.
Que las bibliotecas no hubiesen evolucionado más hacia el concepto de mediateca no habría tenido, por lo tanto, sentido alguno. Desde luego, aquel fenómeno mismo justifica, además, que se haya ido extendiendo y mejorando una mediateca global como la que es la red de redes.
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