Cualquier aclaración ante conceptos que, en particular por polisemia, puedan inducir a confusión va bien que se ponga de manifiesto aunque el contexto y el sentido común suelan contribuir a que, de no hacer tal aclaración, no tenga por qué esa confusión devenir excesiva. Es el caso de lo que concierne a consumir, aplicando esta acción al consumo de mensajes desde una perspectiva amplia del estudio de la comunicación.
Me parece que prácticamente en cualquier idioma existen, si no iguales, parecidas relaciones tanto de sinonimia como de diferenciada significación entre consumir y gastar. Tanto un concepto como el otro adquieren el sentido de utilización o de desgaste, éste último muy en concreto en una forma reflexiva del propio verbo, pero cuando de la transmisión de mensajes por la vía comunicativa que sea se trata, cabe que apliquemos consumir y no entenderlo, salvo matiz muy específico y manifiesto, en otro sentido que no sea el de utilización. Sólo se trata, en cualquier caso, de una elección convencional, pero bien es cierto que entre asimilar un mensaje a un producto que se consume desde un sentido de uso o a un producto que se desgasta con tal uso, debemos contemplar con preferencia el puro sentido de uso.
Siempre que consumes un mensaje, es porque lo usas a lo menos en lo que representa el propio acto de comprensión del mensaje, no lo desgastas. Es fundamentándote en esto que debes asimilar lo que de qué manera consumir cada mensaje supone: en el sentido de utilizar, decodificar, interpretar. Entendiendo ahora texto en una dimensión más allá de lo alfanumérico, entendiendo, pues, cualquier formato de un mensaje, consumir no sería sino leer.
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