La práctica más básica que a la teleofimática puede considerarse que definió fue, y aún sigue siendo, la típica de adjuntar fichero en un mensaje de correo electrónico. Hasta ser de pleno uso generalizado la nube, parece que la tendencia era la de hacer los documentos en local para luego darles la dimensión telemática al enviarlos como adjunto y, en su caso, ir intercambiando así correos electrónicos modificando de una y otra parte cuanto se considerase del fichero en cuestión.
Sobre todo cuando ha ido en aumento la, de hecho, muy apropiada portabilidad del instrumental informático, ha sido imprescindible familiarizarnos con poder elaborar y modificar los documentos ofimáticos más allá de la típica ubicación fija de oficina u hogar, y poder así seguir adjuntando en todo momento y por correo electrónico o, en cambio, realizando por completo en la nube lo que nos convenga elaborar teleofimáticamente. Si bien adjuntar fichero resultó un recurso accesible desde prácticamente el mismo principio de la teleofimática, no es que, por venir después, tengamos que sustituir del todo tal práctica por el uso exclusivo de la elaboración y compartición en la nube, pues una y otra prácticas tienen sus ventajas que sin duda se complementan.
No deja de ser, en definitiva, el uso habitual y más reciente de lo que puedes conocer como la nube, si no lo mismo, algo muy parecido a la tradicional intranet. Así pues, podrías considerar que, desde esta perspectiva, sí tienen prácticamente el mismo recorrido por un lado el típico adjuntar fichero y por otro la elaboración y compartición completas en la nube.
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