Después de las respectivas etapas de la teleofimática y la IoT, bien puede atisbarse la siguiente fase siempre que se tienda, tal y como de hecho parece que es lo apropiado, hacia procederes diferentes, o hasta opuestos, a las tradicionales dinámicas industriales en general y fabriles en particular. Esto debiera como mínimo hacer prever una nueva etapa no sólo de Internet, sino del conjunto de la historia.
Explotando menos los espacios físicos e imprimiendo también menos, nos encontraremos con que lo próximo tras la Internet de las cosas será con total probabilidad una Internet mucho más empleada en función de la movilidad, a lo cual ya contribuyen muy en particular los dispositivos de telefonía inteligente. Precisaremos, en este sentido, poder hacer prácticamente cualquier cosa desde cualquier lugar, sin una concentrada propiedad de los mecanismos productivos tanto en lo que respecta a la titularidad misma de la respectiva posesión, como en lo que respecta a la ubicación fija e inamovible de tales mecanismos. Estaremos, así, en disposición de crear una economía mucho más sostenible al ser mucho más ágil y adaptable.
Proceder en las dinámicas productivas de una manera desligada, en su máxima expresión, de la propiedad concentrada de los espacios y las herramientas garantizará esa sostenibilidad de la que tan convenientemente debiera dotarse a la economía. Claro que esto va a tener que ir ligado a un extremo sentido de la responsabilidad y el compromiso por parte de todos los agentes económicos en los diferentes estratos y ámbitos profesionales.
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