Con la implementación de la IoT, las posibilidades de interactividad uni y bidireccional se multiplican exponencialmente en comparación a la teleofimática. De mayores proporciones son, por tanto, los cambios que en este sentido se han producido desde las últimas etapas de la sola existencia de lo analógico: la, sin embargo, innegable dimensión multidispositivo que ya lo analógico alcanzó queda muy lejos de la enorme interactividad que la actual IoT aporta.
El material analógico general, y el de oficina en particular, ya permitía por supuesto emplearlo para funciones distintas a las de los entornos privados tanto de negocio como domésticos, pero no permitían tales funciones el alcance abierto, global, permanente e inmediato de aquello que cualquier individuo desease elaborar. De ahí que el salto que la interactividad uni y bidireccional de la IoT implica deriva en unas capacidades comunicacionales que abren un abanico de posibilidades cuasi infinitas y ubicuas con mínimos o nulos intermediarios pero ante lo cual, por descontado, deviene de suma importancia que la ciberseguridad se mantenga situada como elemento clave para que la red de redes nos aporte lo mejor de su potencial.
Mientras que lo analógico era hasta cierto punto calificable de tan multidispositivo como lo que en la actualidad es la IoT, era comparativamente muy deficiente en cuanto a interconectividad, además de en cuanto a interactividad sobre todo bidireccional, esto es, interactividad entre personas que, de manera respectiva pero intercambiable, asuman la posición de emisor y receptor. Cuantitativamente, pues, lo analógico puede que igualase a la IoT, pero la IoT vence en calidad.
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