Con todo el rechazo que en Rusia subyace hacia Occidente, el que fue indudable país principal de la URSS quiso beneficiarse, y se benefició, perversamente de las bondades que suelen emanar del bienestar que el capitalismo occidental consigue. Por ello existe esa tiránica oligarquía rusa.
Tras la URSS, queda claro que Rusia asumió que su antiguo sistema comunista, el constituyente en definitiva del segundo mundo, fallaba por todos los lados y que no quedaba otra que abrazar el capitalismo, que por lo menos según parecía seguía funcionando bastante bien como mínimo. Entre eso, pasando en efecto a pertenecer al primer mundo, o devenir parte del tercer mundo, la mejor elección, al menos para quienes acabaron siendo oligarcas, era evidente.
Lo que ahora demuestra Rusia es que su idea auténtica, no necesariamente mala en principio, era la de devenir primermundista sí, occidental no, y así mantener sus valores civilizacionales. El problema es que, invadiendo Ucrania y mostrándose amenazante ante todo Occidente, Rusia manifiesta que enfoca esa idea como un fuerte rechazo a lo occidental hasta tales niveles de injustificado odio que no ha hecho sino provocar un drama a escala planetaria.
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