Bien pueden afortunadamente calificarse de altas las expectativas que a toda luz ha dejado la OTAN después de la cumbre decisiva que ha celebrado en Madrid. Se abre ahora un tiempo nuevo en el que cabe dar eficaz respuesta a tales expectativas manteniendo firme el colaboracionismo que entre los líderes mundiales se ha reflejado en esta cita.
No hay duda de que ante quien hay que concretar con especial premura las altas expectativas posteriores a la cumbre es el pueblo ucraniano. Aunque la mayor duración de la guerra en comparación a la guerra relámpago que el Kremlin en un primer momento esperaba es en sí un signo de que justo a Rusia no le están saliendo sus planes como creía, hacer que este conflicto toque no a mucho más tardar a su definitivo término es lo básico a lo que Ucrania merece que la OTAN siga contribuyendo en el mayor grado posible.
Estamos, pues, tras la cumbre de la OTAN, en un punto que en ningún caso es fundamentalmente de llegada o de conclusión. Nos hallamos en un punto de inicio en el que hay que comenzar cuanto antes a obtener resultados de la unidad que el liderazgo mundial ha exhibido estos días en Madrid y así hacer que un marco pacífico y de concordia se configure en y para Ucrania y en y para el planeta.
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