Lograr unas civilizaciones interconectadas al modo de grandes puntos nodales de una red eminentemente cultural, además de social y económica, haría que cada civilización, desde su respectiva sociedad red o marco social similar, fuese más respetuosa con las demás. La plena generalización global del uso de Internet resultaría la traducción infraestructural de esa interconexión civilizacional.
Si bien antiguamente para que las civilizaciones entrasen en contacto hacían falta largos trayectos que, por otra parte, motivaron que se desarrollasen los medios de transporte, ahora disponemos de una tecnología telemática que traspasa fronteras y nos permite estar en contacto permanente desde cualquier punto del planeta hasta otro punto cualquiera del mundo. Estamos en un instante de la historia con, sin duda, un potencial extraordinario para el conocimiento mutuo entre culturas y la pacífica convivencia entre las mismas.
Las guerras pueden, y deben, minimizarse como nunca antes: tan sólo hace falta vehicular más las relaciones intercivilizacionales desde una interactividad más bidireccional que unidireccional. Cabe que a ese potencial para la paz le saquemos el mayor partido posible.
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