El mundo civilizacional configurado a partir de la globalidad resultante de una mejor globalización sentaría las bases para que las relaciones y esencias civilizacionales subsiguientes puedan continuar estando basadas en la concordia. Cabe, por lo tanto, que la globalización se aplique y practique propiamente para dejar atrás cuanto antes terribles realidades como la guerra que en Ucrania ha provocado Rusia.
La infraestructura para que, por lo menos en buena parte, la globalización se desarrolle de la mejor manera posible la tenemos ya y no es otra que la propia Internet, hoy en una etapa en la que puede calificarse de IoT o Internet de las cosas. Que el acceso global a Internet devenga ampliamente generalizado en todo el mundo es fundamental para que en la globalización sean partícipes plenas el conjunto de civilizaciones y no sólo en esencia las, ahora en conflicto, supuestamente constituyentes de lo que se entiende por primer mundo.
Por el mismo principio colaboracionista que nos debiera llevar a erradicar lo perjudicial que es que una civilización pretenda diluir a otra, hay que aspirar a que justo las diferencias entre primer, segundo y tercer mundo sí se diluyan. Estar verdadera y globalmente interconectados como la red de redes nos facilita sería un paso decisivo en esa dirección.
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