Las diferentes actividades de múltiples ámbitos de la sociedad tendrán probablemente que ir encaminándose hacia plantearse qué virtualismo aplicar según conviene: si el de la virtualidad más tradicional o el neovirtualismo. Ahondemos en ello.
Si bien bajo una continuidad de la tendencia genérica hacia la digitalización telemática, parece que unas veces convendrá que tal digitalización ocupe una función más central o más complementaria, aunque siempre imprescindible en menor o mayor grado, en un creciente número de clases de proyectos. Posiblemente, los que precisen de una digitalización considerable, tendrán que procurar aplicar neovirtualismo en un grado notable cuando menos; los demás, un virtualismo más típico.
Cuanto más digitalizable y mayor necesidad haya de digitalizarlo, más neovirtualismo requerirá seguramente aquello de lo que se trate, esto es, que requerirá más experiencia de tipo inmersivo. Lo envolvente e introspectivo, máxime de tipo pura y exclusivamente analógico, es muy posible que tienda a usos más limitados y concretos.
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