Una lectura enriquecedora

Sin un contexto, un texto es como un cuerpo sin alma. Ante un cúmulo de elementos que, aun pudiendo tener algún sentido individualmente, no tienen significado alguno en conjunto, el texto del que se trate y en el formato que sea no será más que un amasijo de significantes mal dispuestos y carentes de toda opción de crear un mínimo impacto en el interés de cualquier público.

En cierto modo, la síntesis tal y como la concebimos no deja de disponer de un enfoque acortador: aunque no tenga por qué implicar en el plano estrictamente textual un acortamiento, nuestra idea de síntesis sí implica una delimitación en el plano contextual. Mediante tal acotación del contexto, aprovechándonos pertinentemente, y entre otros aspectos, del ahorro en significantes que la polisemia permite, nos conducimos a un eficiente resultado en relación a conseguir que el significado global de lo que expresemos produzca una lectura enriquecedora en nuestro público, o nuestros públicos, se trate del formato mediático del que se trate el que hayamos empleado. De la acertada síntesis contextual que compongamos en forma concreta de texto, pero del formato que sea y entendiendo así pues texto más allá del sentido alfanumérico, derivará precisamente un texto con un determinado orden y con una determinada extensión, todo lo cual contribuirá a hacer más fluida la interactividad que pueda producirse con cualquiera a quien consigamos transmitir lo que expresemos. Un texto mínimamente bien sintetizado está por lo menos dotado de su debido contexto, lo cual le confiere alma o, en términos un tanto menos espirituales, capacidad de ser comprendido, de calar hondo en el entendimiento del otro y, en su caso, generar una sana interactividad bidireccional.

Cuestiones puramente estéticas, en el formato que sea, no dejan de conllevar en todo momento una importancia relevante; sin embargo, con toda probabilidad la belleza externa de un contenido cualquiera que publiques no va a resultarte por sí sola, por lo menos a largo plazo, un soporte único y suficiente como para crear una audiencia fidelizada. Incluso a la más elevada belleza exterior en cualquier forma expresiva, le va bien que la contextualices para que se la pueda apreciar en profundidad.

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