Concienciación mundial, concienciación global

Deviniendo la comunicación social una realidad que se vehicula por unos métodos, los telemáticos, de alcance mundial y por unos espacios a los que la ubicuidad envuelve por la propia accesibilidad de tales métodos, puede que las conciencias identitarias acaben más fácilmente que nunca teniendo una muy conveniente tendencia a fundirse en una sola, a lo menos en un elevado plano contextual. Más allá de lo étnico y lo civilizacional, es una conciencia global hacia donde cabe dirigirse.

La evolución de lo organizacional en general y lo institucional en particular, tanto público como privado, tanto lucrativo como cívico o benéfico, no ha dejado de ir dirigiéndose siempre que ha podido hacia el alcance territorial más amplio, unas veces de manera más diplomática y otras lamentablemente de manera más violenta. Al ser, a toda luz, tal dirección al amplio alcance una constante en la humanidad, era cuestión de tiempo que generásemos una infraestructura de alcance mundial que cuando sea y desde donde sea permita establecer los eventuales contactos que se estimen oportunos y, en especial teniéndola ya, se confirma que no puede ser sino una infraestructura de carácter colaborativista y de ahí bidireccionalmente interactiva; siendo orwelliana o anárquica, Internet no habría sido sostenible, y de pretender pese a todo, pero ya sin sentido alguno, que fuese en modo unidireccional, no podría sino haberse implantado muy fragmentada y, así pues, con toda probabilidad a simple título accesorio en base a la clásica territorialidad de los países hoy existentes y complementando los tradicionales medios de comunicación de masas. No tiene sentido no desarrollar más la bidireccionalidad en base a un mundial concepto red, y en concreto global, porque ni de lo jerárquico ni de lo anárquico se garantiza un adecuado avance en conocimiento.

Un conocimiento que avance tanto como pueda es imprescindible porque ya se ha demostrado, en particular en el pasado siglo, que lejos de que pudieras contemplar a lo sumo simples añadidos a un conocimiento ya concluido, el conocimiento siguió evolucionando y mucho, y ya sólo por eso un proyecto como Arpanet, tan tecnológicamente avanzado en su momento pero al fin y al cabo muy limitado y cerrado, no era de por sí suficiente: tenía que abrirse o permanecer en un inútil encasillamiento. Con la infraestructura desplegada a nivel mundial y el conocimiento circulando también a nivel mundial, la conciencia social e identitaria que de la globalización resulte puede, y por lo menos en cierta medida conviene, que sea concienciación mundial, concienciación global en definitiva.

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