Yendo cada vez más hacia un mundo en el que el ciberespacio conforma la vía de puesta en marcha y de desarrollo de prácticamente cualquier iniciativa, y siendo los dispositivos cada vez más condensados en base al concepto tableta, emerge la interesante cuestión de qué tipo de virtualidad puede que predomine tras la globalización. Un cambio histórico verdaderamente profundo debiera situar la duda entre la virtualidad inmersiva o la introspectiva.
Dejando atrás lo que, siendo propio de la sociedad de masas y aún durante la globalización, ha resultado un destacado rol de la virtualidad envolvente, pudiera plantearse que, por su condición tecnológicamente más novedosa, la virtualidad inmersiva debiera ser con bastante probabilidad la clase de experiencia que todo público demande cada vez más, igual que al fin y al cabo y por su parte el concepto tableta va afianzando su generalización. No obstante, la virtualidad introspectiva, la que en definitiva ya se practica ampliamente por el más que habitual uso común de portátiles y móviles, denominables tabletas en el primer caso, si pueden funcionar con pantalla táctil y sin teclado físico, y minitabletas en el segundo, cuenta con la ventaja de precisamente ir cogiendo ventaja por el uso que el público ya hace más habitualmente de ella, si bien pudiendo incluir asimismo algunos tipos de experiencias inmersivas pero que en ningún caso, por lo general a lo menos, hacen desconectar en alto grado los sentidos del entorno verdadero circundante. La necesidad de todo ser humano a, por más que le atraiga lo completamente inmersivo, recobrar la natural interacción con la realidad no dejará de ser fundamental.
Al resultar tan fácil la combinación entre uso de la tecnología telemática y, desde justo un uso introspectivo de tal tecnología, el entorno físico en el que te encuentres, bien puede darse en la globalidad una mayor tendencia a descongestionar grandes concentraciones de población en las que hasta ahora tenía tendencia a aglomerarse la gente por el rol céntrico de las ciudades. La ubicuidad de lo internáutico, y por ende de la blogosfera, puede así seguir redundando en mejora de la movilidad.
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