Desde las perspectivas más reticentes a la actitud de exhibir, o sencillamente y en términos más suaves, mostrar la propia vida en el ciberespacio, más allá de considerar en sí cuando menos desaconsejable tal actitud no es extraño tacharla de una manera de dejarse llevar por las técnicas de recopilación de información personal que, a efectos por supuesto lucrativos, la publicidad ejecuta. Cabe sin embargo considerar ante esto ¿cuándo la publicidad no ha hecho lo mismo?
Sea por medios analógicos o digitales, el quid de la publicidad, desde la del pequeño comercio de toda la vida hasta la de las grandes multinacionales, consiste en conocer al cliente lo mejor posible. La simple charla con un dependiente, rellenar un formulario impreso en cuanto al nivel de satisfacción de un producto o servicio, la visita en persona de un comercial a domicilio o la conversación telefónica también con un comercial y muchas otras modalidades no precisamente recientes ni inventadas desde la blogosfera ni en general Internet son maneras de compilar información de la clientela para, se entiende, ajustarse lo máximo a sus necesidades y satisfacerla mejor, eso sí, con un objetivo que, tampoco siendo nada nuevo ni exclusivo del ciberespacio, tiene un carácter enfocado al beneficio económico del proveedor en cuestión. Mediante Internet ¿es más fácil no obstante conseguir todavía más información que antes respecto a cualquier cliente potencial o ya efectivo? Sí, por supuesto, pero ante una economía digital que ya es irreversible, lo que uno no puede hacer es mantenerse al margen por un miedo al fin y al cabo infundado siempre que además uno no descuide su capacidad de criterio propio y de un cierto cuidado respecto a la privacidad.
Las perspectivas que tanto alertan, e incluso alarman, en cuanto a la manipulación a la que en principio tan fácilmente se te puede someter por Internet mediante técnicas publicitarias no hacen sino caer casi o del todo en concepciones orwellianas. Mientras en la blogosfera y en toda Internet navegues y compartas de manera consciente, responsable y cuidadosa, no tienes por qué temer por tu privacidad, sino al contrario, podrás incluso tener una mejor relación con cualquier proveedor.
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