En el desarrollo de la calidad, no deja de haber de por sí una importante carga subjetiva: de una parte, desde la perspectiva de la autoría misma, y de otra, desde la del público o los públicos. Cada proyecto, sea blog o de otra clase, tendrá que encontrar, hasta por lo menos cierto punto, su propia concepción de lo que es calidad; y es hasta por lo menos cierto punto porque justo lo que en una iniciativa puede en efecto terminar siendo calidad, en otra será todo lo contrario.
¿Qué es entonces de calidad y qué no? Pues aquello a lo que nosotros mismos acabemos o no dándole sentido a fin de que pueda considerarse de calidad, y esto implica de entrada unos ciclos iniciales casi inevitablemente imprecisos y cierta cantidad de producción que, por la práctica que nos reportará, terminará por configurar una calidad genuina y de sello propio. Los mismos e imprecisos ciclos iniciales se suelen caracterizar, de hecho, por partir de ya consolidadas concepciones de lo que es calidad, sean concepciones de la propia autoría por el bagaje de la experiencia previa, sean tomadas de perspectivas ajenas por completo y casi, si no del todo, a modo de imitación. Después, al ser menos impreciso, el proyecto habrá formado su propio estilo y, por ende, su propia concepción de la calidad. Seguirá lo subjetivo condicionando el que, aun así, según qué perspectivas no acepten del todo o en parte nuestra versión de la calidad, pero eso es también un aspecto de la tan inalcanzable, pero indeseable, perfección.
Mientras tenga una razón de ser y partas de unos fundamentos bien definidos en tu blog, o iniciativa de casi cualquier clase, será justificable y respetable la concepción que desarrolles de la calidad, entendiendo que se trate, en especial, de un proyecto tipo blog, o más o menos parecido, y dirigido a la mayor atracción posible de público. De ahí que cualquier valoración subjetiva que, sea positiva o negativa, recibas respecto a lo que en tal sentido hagas tienes que asimilarla en su justa medida.
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