Vivir y a su vez juzgar el día de ayer como uno histórico contaba precisamente con la, por denominarlo de algún modo, ventaja de que pocos días antes justo se produjo el singular y perturbador incidente del Capitolio de Washington DC. Es bastante probable que con menos o ningún margen previo, cualquier jornada sea difícil o imposible vivirla y al tiempo juzgarla como histórica, sin perjuicio de que en efecto llegue a ser, en algún momento futuro, definida como histórica.
Tomando en consideración la ubicuidad y la instantaneidad de las telecomunicaciones en general e Internet en particular, ese margen previo para que la vivencia histórica sea tal es a su vez, y en cualquier caso, mucho menor de lo que antes de lo que me parece que es el presente histórico permitía. Pese a lo difícil o imposible que según las circunstancias pueda ser de todos modos hoy vivir una jornada como histórica sin casi o por completo margen previo, estas circunstancias tienden a ser de cada vez menor número, por lo que nos resulta factible vivir cada vez más jornadas verdaderamente históricas como tales cuando en efecto esas jornadas acontecen. Dando por válida la noción de posmodernidad, si entre otros un rasgo debiera definirla, bien podría e incluso debería ser el de la conciencia global de presente histórico que hasta antes de completarse la globalización era poco o en absoluto posible.
La notoriedad de Estados Unidos como cuna de la Internet abierta y global que hoy conocemos y también, más en particular, de la blogosfera que en la actualidad buena parte del mundo usamos, dota de un acento más trascendental si cabe al cambio en sí de legislatura ayer en esa nación. Esto sumado al asalto del Capitolio hace que a nivel específico resulte histórica la particularidad de que sea de Trump a Biden ese cambio.
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