En un sistema operativo corriente, el único programa que destaca por ser el que da acceso a interactuar en el ciberespacio es el navegador. Con los dispositivos encuadrables bajo el concepto de tableta, en particular los teléfonos móviles inteligentes, tal distinción entre tipologías de programas parece que se traslada tal cual, pero se da, no obstante, una diferencia que apunta a algo completamente distinto.
Nos hemos acostumbrado a denominar sencillamente apps a las que instalamos en el móvil inteligente o dispositivo similar, por lo general de pantalla táctil también, pero igualmente son apps o programas aquellos archivos ejecutables que tenemos instalados en cualquier computadora típica. Ahora bien, así como puede convenir difuminar la aparente diferenciación entre HTML y un lenguaje de programación, bien puede convenir, en cambio, que se aprecie cierta diferenciación entre lo que, aun siendo en principio lo mismo, son por una parte las apps y por otra los programas. La razón recae en que las apps pueden en sí mismas consistir en un contenido por completo en la nube, al igual que el clásico navegador.
Claro que el navegador, tanto en su forma de app como en la de programa, siempre se caracterizará por ofrecer navegabilidad por toda Internet, mientras que otra app, en principio, permitirá navegar dentro del marco de contenidos del prestador de servicios particular del que se trate. La forma que van adquiriendo los dispositivos informáticos diseminan, pues, por medio de las apps la capacidad de navegabilidad internáutica que entre los programas concentraba sólo uno de ellos.
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