Al ser tradicionalmente, tanto arte como artesanía, de vertiente tecnológica elemental, esto es que ha primado la parte manual en la elaboración de la pieza de la que se trate, no es de ninguna rareza que, al desarrollarse tanto la tecnología como lo está a día de hoy, justo aquella primera vertiente mencionada haya llegado a absorber la segunda, la que compete a la intervención humana. He aquí lo que caracteriza a la robotización en, por lo menos, bastantes ámbitos comunicacionales y demás.
En el mismo sentido o muy similar al arte y la artesanía, ha solido requerir la ciencia, a lo largo de la historia, asimismo de una parte humana o racional y de una parte técnica o instrumental, necesarias casi o por completo por igual una respecto a la otra pero primando la primera sobre la segunda, pues no se produce ni se ejecuta por sí solo de la naturaleza el instrumental de cualquier disciplina artística o científica. Del panorama ante el que en la actualidad nos encontramos emerge, sin embargo, un mayor nivel de relevancia de la parte técnica sobre la humana, hasta el punto que lo instrumental puede llegar a crearse y desarrollarse por sí mismo, con mínima o nula intervención humana y, de hecho, con resultados indistinguibles o incluso mejores respecto a lo sólo o predominantemente humano.
Lejos de cualquier recelo, la plena implementación de un elevado grado de tecnología en arte y ciencia parece haber sido muy aceptada por los propios profesionales de una y otra área de disciplinas. En lo artístico, que es donde cabría esperar mayores reticencias al respecto, todo apunta a que no han dejado de proliferar, en cambio, artistas no sólo jóvenes, también veteranos, que abrazan las bondades en arte digital. En ciencia, por ser su campo nativo, no podía lo tecnológico y hasta lo por completo robotizado sino arraigarse y expandirse.
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