Un atisbo de esperanza en la reactivación de unas relaciones diplomáticas que conduzcan a la necesaria paz inmediata que Ucrania merece puede apreciarse en el acuerdo para que la exportación de cereal ucraniano se haya desbloqueado. Especialmente representativo, por motivos en los que cabrá que profundicemos para entender el presente mundo civilizacional, ha resultado que sea en Turquía, y en una ciudad como Estambul, donde se haya formalizado tal acuerdo.
Ojalá estemos ante el primero de cuantos acuerdos sean precisos para que la terrible guerra que tan irresponsablemente Rusia ha emprendido contra Ucrania toque pronto a su final. Que el cereal ucraniano esté ya circulando más o menos como debiera en circunstancias normales o casi normales es el signo de que una diplomacia fallida en lo que a detener el inicio del conflicto armado se refiere puede aún, y debe, retomarse para que la demasiado honda fractura que ha derivado en esta tragedia comience su particular cicatrización.
Tendría que servirle a Moscú este acuerdo para darse definitivamente cuenta de que alejado de estos gestos y, en general, de la diplomacia no hará sino conducir la propia Rusia hacia un autoinfligido aislacionismo no sólo respecto a Occidente, sino respecto a otras regiones afectadas por cuestiones como el cereal de Ucrania y otros eventuales factores similares a consecuencia de esta locura de guerra. Más razones, pues, por si no había suficientes, para que por fin el Kremlin deje al pueblo ucraniano en paz.
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