Seguramente en base a la idea de guerra híbrida bajo la que Rusia estaría, a toda luz, comportándose a lo largo de lo que llevamos de su invasión contra Ucrania, deviene precisamente el gas ruso otro recurso más del que el Kremlin pretende valerse para sus condenables fines. Debiera percatarse, no obstante, Moscú de que así no logra sino contribuir más a hacer de Rusia una nación alejada del primermundismo.
Por mucho que tenga Rusia otras regiones del globo con las que comerciar su gas, representa muy probablemente Europa un cliente lo suficientemente relevante como para que así como así el Kremlin pueda permitirse prescindir de él. En cualquier caso, bien tiene que ser Europa quien aspire a, en la mayor brevedad, poder prescindir de Rusia como proveedor, pues no merece en estos momentos el régimen ruso contar con vínculo comercial alguno con nadie.
Valga, en definitiva, la inmerecida relación comercial internacional, y menos con Europa y todo Occidente, para cualquier producto o servicio ruso. Si Rusia se ve envuelta de un aislacionismo comercial completo a nivel global será porque su misma oligarquía es la que desde su anacrónico y trasnochado autoritarismo no ha hecho sino conducirla hacia él, de todo lo cual la propia ciudadanía rusa tendría que tomar plena conciencia y obrar en consecuencia tanto como pueda.
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