En el momento en que se consiga reimpulsar una globalización más social y cultural, seguro que la vertiente propiamente económica mejoraría en cuanto a relaciones entre civilizaciones y se mitigarían las fracturas civilizacionales. Cabe orientar las políticas internacionales en tal sentido.
Las sociedades tienen de por sí por lo menos cierta tendencia a cultivar buenas relaciones con otras sociedades, más allá afortunadamente de las pocas o incluso negativas relaciones puramente políticas y económicas que existan entre los respectivos gobiernos y poderes económicos. Por la dimensión eminentemente pública que, a diferencia de los poderes económicos, tienen los gobiernos, deben éstos incidir como nunca, máxime a propósito del conflicto desatado en Ucrania, en una diplomacia que facilite que justo las respectivas sociedades tiendan al mutuo conocimiento respetuoso.
Desde el momento en que los vínculos sociales entre civilizaciones se refuercen en mayor medida de lo que hoy lo están en general, lo demás que guarde relación con la tendencia globalizadora vendrá prácticamente por sí mismo y será, con total probabilidad, de beneficio recíproco. Entonces, la globalización estará mucho más cerca de devenir aquello calificable como globalidad y que reporte un auténtico contexto internacional pacífico.
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