Para poco o nada sirve un punto nodal, o nodo, sin vínculos, o nexos, con otros nodos: ahí radica el quid de la interactividad, particularmente la bidireccional, de la que tan poco se vale positivamente Rusia. Ya tradicionalmente Rusia se ha mostrado profunda y negativamente unidireccional en los propios asuntos internos; ahora, lejos de cualquier buen vínculo diplomático con Occidente, se ha lanzado a su cruel invasión de Ucrania.
Mientras Rusia siga representando la forma de gobierno oligárquica y sucesora del fallido régimen soviético que es aún en el presente, continuará de una u otra manera desperdiciando la que podría ser su tan valiosa contribución a un pacífico mundo civilizacional para la posmodernidad y en el que, además, Rusia podría hasta ser un auténtico referente para el resto del planeta. Asimismo, en modo alguno constituirá un óptimo nodo en el marco de la globalización o las globalizaciones, ni en el de la globalidad.
Si sigue Moscú con su actual política neoimperialista, no hará sino continuar retrasando sus propias opciones de adaptarse a una beneficiosa tendencia mundial globalizadora de la que pudiera resultar un determinante partícipe. Con tal tendencia mundial globalizadora asumida por cada vez más nodos civilizacionales, esa nueva y pacífica época civilizacional posmoderna estará más próxima.
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