Si bien la política y la economía que, en esencia, hasta el presente y durante la globalización se han desarrollado no han carecido, a su medida, de interactividad bidireccional, el paso a una globalización más social, educacional y cultural resultaría mucho mejor en este sentido. La notoria interactividad, asimismo bidireccional, debiera ser más empática.
De sus respectivas naturalezas, parece desprenderse que por un lado la política y la economía y por otro lo social, educacional y cultural son o tienden a ser respectivamente clases de áreas menos y más empáticas. Ante el contexto mundial de serias fracturas civilizacionales en el que ha desembocado la globalización eminentemente política y económica, no queda sino aunque sea por simple eliminación optar por el impulso a una globalización empática en los próximos tiempos.
Extrapólese la ya aquí expuesta importancia de un sistema político empático a una globalización empática general, también en economía, pero asumiendo que tal globalización, justo por lo fundamental de lo empático, tiene que situar en su centro sociedad, educación y cultura. El contexto internacional mejorará sobremanera con toda probabilidad a partir de entonces.
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