Una relevancia tal como la que van a seguir teniendo seguro en el porvenir las fracturas civilizacionales nos llevará a tener que mantener una constante reflexión muy a fondo al respecto. Lo primero que en este sentido puede que haya que considerar es el propio alcance del concepto fractura civilizacional.
De entrada, equiparar fractura civilizacional y conflicto de línea de fractura sería, y no parece inapropiado que en cierta medida siga siendo, lo normal. A tenor, sin embargo, de la complejidad que la reconfiguración del orden social global parece ir asumiendo, bien puede que en algún momento vaya siendo lo más conveniente pasar a aglutinar bajo la idea de fractura civilizacional otros conflictos además de los, muy específicamente territoriales, de línea de fractura.
Fenómenos culturales y sociales de lo más variados que, desde que puede considerarse que la posmodernidad empieza, se están dando y se darán son susceptibles de contemplarse con la noción de fractura civilizacional. Si bien la existencia de conflicto requiere para ello su clara identificación, puede que tal conflicto no responda necesariamente a un escenario territorial tan específico como al que las líneas de fractura aluden.
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