Las todavía a menudo denominadas nuevas tecnologías, que en esencia englobarían informática y telecomunicaciones, apuntan a ser el mejor y más genuino método para valorar el saber en la posmodernidad reformulando, al mismo tiempo, el rol óptimo a desempeñarse por parte de los formatos analógicos. El eficiente y sostenible progreso del conocimiento está, de esta forma, garantizado.
A pesar, pues, de lo banal que para cierta gente pueda seguir pareciendo la tecnología telemática, lo cual no deja de ser acorde a lo que a escala histórica sería calificable de reciente como precisamente es la red de redes, en el ciberespacio hallamos el idóneo recurso a fin de producir, gestionar y custodiar el conocimiento. De lo contrario, aun siendo mucho el conocimiento del que disponemos hasta hoy, la peligrosa tendencia que muy probablemente se daría sería la de un conocimiento bloqueado.
La otra posibilidad sería la de producir, gestionar y custodiar el conocimiento analógicamente por tiempo indefinido provocando mayor deterioro medioambiental y retrasando lo que la posmodernidad conlleva. Nuestra elección, por lo tanto, debe mantener la senda de la digitalización.
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